Hoy, vistas desde fuera, Mieres y las Cuencas Mineras pueden parecer cualquier cosa menos una tierra prometida. El mayor índice de paro juvenil de Asturias, el menor crecimiento económico de España, la más baja tasa de natalidad del mundo. No es el mejor de los sitios pero, de hecho, hay gente viviendo en él Cuando tomas conciencia de este tiempo
presente, piensas: de todo esto hay pedirle cuentas a alguien. Las ruinas de las fábricas desmanteladas, el armazón de lo que fueron naves industriales , las viviendas obreras desconchadas, las escombreras de carbón esparcidas por todas las laderas, las minas a cielo abierto como una herida enconada... En fin, nada que no haya en tantas otras partes Los escoceses tienen Glasgow. Los ingleses, Newcastle-upon-Tyne Los franceses, el valle del Marne. Los alemanes, la cuenca del Rhur. Alguien puede pensar que estoy hablando del lugar más horrible del mundo. Nada más falso. El que lo dude puede acercarse a Mieres. El comercio bulle. Los bares crecen. En los restaurantes se come magníficamente. A la hora del paseo las calles están a rebosar
Puede no ser el Paraíso, pero cualquiera podría imaginar que se encuentra en Jauja. Fue en su momento, con la revolución industrial y el despegue de la minería, una suerte de Tierra Prometida, aunque hoy no reste de ello más que el eslogan ilusorio y turístico de Paraíso Natural. Al menos de ser una parte de él. Estos dos Mieres, las dos Cuencas
Mineras, se encuentran frente a frente y ocupando el mismo momento en el tiempo. El parado y el prejubilado, el trabajador y el sindicalista, la cola en la ITV y el Audi 100, los cuarteles (denominación de las viviendas sociales) y los pisos de lujo, el se traspasa y el próxima inauguración, la cultura de la solidaridad y la cultura del pelotazo, el cierre de aulas por falta de alumnos y el proyecto de un campus universitario... José Antonio Quirós conoce todas estas historias de primera mano y ha querido llevar una de ellas a la pantalla. Sus personajes reflejan las contradicciones de dos mundos paralelos y enfrentados. Por ello, por entender que había que pedirle cuentas a alguien de todo esto, el protagonista de la película entiende que debería de pedírselas al Rey. Una manera más de reflejar esta dicotomía: la Bella Durmiente que se despierta por sí misma y se marcha en busca de un príncipe encantado para recriminarle su abandono; Ulises a la inversa, que parte de Ítaca con Penélope y Telémaco, camino de una nueva Ítaca; una moderna Medea, harta de los engaños de Jasón, que marcha a refugiarse a Atenas; un simple minero al que le quema la sangre el conformismo de esta tierra y se agarra a un clavo ardiendo. En fin, la eterna historia de Alonso Quijano y Sancho detrás de una quimera, atravesando la despiadada Castilla. Por eso resulta ser una historia universal, porque parte de unos personajes que, dede su localismo y provincianismo, son cotidianos y creíbles en cualquier parte del mundo. Una comedia amarga que, al ser contada por un asturiano, termina teniendo más de comedia que de amargura. Pero, en fin, estoy adelantando acontecimientos. Sin que sirva de precedente, este texto a modo de introducción es casi una reflexión inconsciente tras haber visto la película completa, haber escuchado cinco minutos de aplausos en el Festival de Valladolid (lo que sin duda es directamente proporcional al hecho de que recibiera el Premio del Público) y haber advertido la tensión en el patio de butacas el día de su preestreno en el Teatro Campoamor de Oviedo.
Si es bueno, por centrarse, poner principio a una historia, éste bien podría situarse el sábado 9 de septiembre de 1995. Ese día, dentro de mi página Por el camino de Mieres en el diario La Nueva España, publico el siguiente artículo:

Por el camino de Mieres
Morir en la tierra prometida

Llevaba entonces cerca de un año colaborando en La Nueva España con una serie de reportajes sobre la gente, el paisaje, la vida, las costumbres y el trabajo en las Cuencas Mineras. Y el artículo Morir en la tierra prometida era un resumen de mi visión, heroica y amarga, de esta tierra y de esta gente. Algo menos de un año más tarde, José Antonio Quirós recopilaba documentación para lo que sería su documental Solas en la tierra y que, en buena medida, iba a servirle años más tarde para su primera película ¡Pídele cuentas al Rey!. José Manuel Vaquero, director general del diario La Nueva España, el de mayor tirada de Asturias y unos de los diez diarios más vendidos de España, le incluye entre la documentación recomendada algunos de los artículos de la serie Por el camino de Mieres. Entre ellos, José Antonio Quirós encuentra el titulado Morir en la tierra prometida.

En ese momento comienza nuestra relación. Este libro es un poco la memoria del tiempo retenido, desde entonces. Como nace una idea, como se desarrolla, como se realiza. Y, por el medio, tantas horas de amistad y conversación. Dejar ver los pequeños secretos y las pequeñas historias que encierra un diario.

De todas ellas, tres que desde mi punto de vista me han parecido interesantes:

  1. La descripción de un proceso creativo.
  2. El trabajo de equipo que significa sacar adelante una película.
  3. La memoria del día a día.

Así pues, como se trata de mis notas de diario, señalo como punto de partida aquel 9 de septiembre de 1995 y finalizo un día de febrero del 2000 - todavía en estos momentos desconozco cuál -.