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La doble historia de las canciones

2009 / 12 / 26 - El Comercio

La doble historia de las canciones

Pepe Requejo sabía qué cantar cuando quería llegar al corazón de la gente de Les Cuenques. Quizás en buena parte del resto de Asturies podía pasar desapercibida una segunda intención en estas tonadas. Pero no en el corazón de la cuenca minera. La represión continuaba siendo muy grande. Mucha gente seguía teniendo gente suya en las cárceles. Todos tenían a alguien que había muerto.

Una de sus tonadas estrella era “La cárcel de Llaviana”. Una canción de amor a los ojos de cualquier censor. Una historia cotidiana para cualquiera que la escuchara con oídos de fuera. Pero, la canción y la historia que hacía saltar las lágrimas de todo el público. El amante preso del que hablaba la canción era su familiar preso en la cárcel por tantos otros motivos. Daba igual que la tonada empezase diciendo:

“Ena cárcel de Llaviana toos tamos con gran pena mio madre llora por mí y yo pola mio morena”.

Si después, en la tercera estrofa, clamaba:

“Salí al patiu de la cárcel miré al cielu y di un ximíu ónde tá mio llibertá que tan xoven la he perdíu”.

Y, como no, cuando en medio de las lágrimas de su público, cerraba la interpretación de la tonada con la estrofa que dice:

“Adiós cárcel de Llaviana de lloñe voite mirando la única pena que llevo por nun te dexar quemando”.

Frente al pelótón de fusilamiento, el instructor le pidió a Alfredo Piloñeta, El Corija, que expresase su última voluntad antes de ser fusilado. Había sido condenado por sus ideas políticas y por su implicación en el bando republicano durante el periodo de la Guerra Civil. Ante el pelotón de fusilamiento, como último deseo, pidió que le dejasen interpretar su tonada preferida, “Caballu al verde”.

Por ello, aunque esta noticia no salió recogida en los medios de comunicación de la época, cada vez que un intérprete la utilizaba el público conocía la historia que encerraba porque esta había trascendido de boca en boca. Muchos intérpretes la incorporaron a su repertorio. Pepe Requejo entre ellos. Su grabación en disco sigue siendo impresionante. La letra de la tonada dice algo tan sencillo como:

“Caballu al verde una nueche de veranu eché’l mio caballu al verde caballu al verde el caballu se murió el que tiene ye’l que pierde”.

La Guerra Civil había marcado profundamente a varias generaciones asturianas. En recuerdo de su padre, Vitalina Piloñeta siguió interpretando esta tonada por los escenarios de la larga posguerra asturiana. En memoria de su padre, en primer término, pero también en la tantos otros a los que les desgarraba el corazón escucharla.

La revolución de 1934 y el posterior periodo de guerra había significado una ruptura radical en el ámbito de la música. La generación de grandes compositores influenciados por el Nacionalismo Musical desaparecía con la muerte de Baldomero Fernández y el exilio de Eduardo Martínez Torner. La radio recuperó la grabaciones en pizarra de las grandes voces de primeros de siglo y los convirtió en clásicos.

Aquellas voces que no habían muerto o partido al exilio se convirtieron en las grandes figuras de posguerra. Sus voces seguían siendo jóvenes para seguir cantando en público. Pero su prestigio los convirtió en imprescindibles al frente de todo tipo de jurados y de organizaciones de festivales. José Menéndez Carreño, Cuchichi, fue una de las voces clave del periodo. Había sido miembro de la formación de referencia de la época, Los Cuatro Ases de la Canción Asturiana, junto a Botón, Miranda y Claverol. La temprana muerte de Botón terminó con la andadura del cuarteto.

La posguerra llevó al cambio de la letra de algunas de las tonadas emblemáticas de la época. Uno de estos cambios más conocidos fue la traducción al castellano de la letra de “Paloma blanca” (más conocida como “Soi asturianín”), del compositor Juan Martínez Abades. La letra fue de Secundino Magdalena y la interpretó Cuchichi en la catedral de Uviéu con motivo de la llegada de la Virgen de Covadonga a la capital del Principado después de la Guerra Civil. Decía así:

“Virgen pequeñina Madre de bondad Tú nos diste la victoria. Todo el que cayó en la guerra puede ya decir que cayó en la gloria. Bendita guerra donde luché por mi bandera y por mi fe. Dulce Señora, Capitana nuestra Reina del amor dile a tu divino Hijo que nunca se olvide del pueblo español”.

La posguerra fue muy larga y muchos cantantes de tonada tuvieron problemas con algunas canciones. Uno de los ejemplos fue el de Gerardo Orviz, que solo años más tarde pudo grabar algunos de aquellos temas que resultaba imposible cantar en la época.

Una época en la que letras tan simples como la de “El alma de los mineros”, de Diamantina Rodríguez, tuvo sus más y sus menos por lo que decía la letra:

“Dios quiera qu’al cielu vaya el alma de los mineros les piques al purgatoriu los vagones al infiernu”.

Como también aquella otra exhortación con la que terminaba otra suya, “Qué bien parez un mineru”, y que decía:

“Santa Bárbara bendita patrona de los mineros ampáralos cuando van a dar fuéu a los barrenos”.




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