La historia siempre absuelve a los piratas
2009 / 12 / 12 - El Comercio
Recuerdo la frase de la lección en que estudiábamos a Francis Drake: “History always absolves the pirates”. Se trataba de un comentario adicional, en la sección de lecturas relacionadas con el texto. No recuerdo quien la firmaba. Sólo recuerdo la razón que encerraba el comentario.
Francis Drake había sido corsario, explorador, comerciante de esclavos, político y vicealmirante de la Royal Navy. En los libros ingleses de Historia, un héroe nacional (aunque algunos se permitieran comentarios adicionales en la sección de lecturas). En los españoles, donde se lo llamaba Francisco Draque, un pirata despiadado. La reina Isabel II acabó dándole un título y un rincón honorable en la memoria de su pueblo.
A pesar del secuestro reciente del pesquero Alakrana, los piratas no han perdido muchos puntos en el imaginario colectivo. Han sido muchos años de novelas de Emilio Salgari y de películas taquilleras generación tras generación. Cuesta, pues, asumir el término pirata como algo realmente negativo. Como ocurre en este momento en que la ministra González-Sinde propone bloquear determinadas webs bajo la cosideración de que se dedican a la piratería.
Hace cuatro o cinco años intenté encontrar varios discos que me faltaban en Tanger y en Tetuan. Dos ciudades importantes, tanto en habitantes como a nivel de programaciones culturales. Me sorprendió la práctica desaparición de las tiendas especializadas en música y, en algunos casos, su reconversión al mercado pirata. Pedías un disco del autor más de moda y te mandaban esperar un momento. En cuestión de minutos tenías en tu poder un CD pirateado, con carátula y todo, al modo y manera en que ahora nos lo acercan en cualquier calle y mercadillo en el top manta.
Uno de los discos que buscaba era Amal hayati (El amor de mi vida), de Om Khalsoum. Me remitieron a la tienda regentada por una salafista, ya que se trataba de un disco que se salía del mercado de superventas reciente. En este caso las copias, igualmente pirateadas, se vendían en cassette. Este hecho de no existir ni una sola tienda de venta legal de discos pude constatarlo personalmente, además de en Marruecos, en Túnez y en Jordania. Y, a través de otros informantes, de lugares como Senegal y Nigeria (el mayor mercado africano).
La situación es bastante similar en España (y tampoco se diferencia mucho de la de Portugal, Italia, Francia o Grecia). La caída de las ventas de discos originales ha acarreado la desaparición de un buen número de tiendas especializadas. Permanecen, no obstante, las ubicadas en centros comerciales. Sigue funcionando la compra de originales en el mercado del regalo y, también, en el de la persona mayor que no accede fácilmente a las nuevas tecnologías.
En este último sentido se advierte que las descargas de internet y el pirateo de discos no ha afectado apenas a los mercados pequeños, como el asturiano. Vicente Díaz, con Montes cantábricos, se acerca a los diez mil ejemplares vendidos. Y, con todo, estamos hablando de un intérprete asturiano al que sí se le ha pirateado su último trabajo. Otros intérpretes, casi todos vinculados al ámbito de la tonada, rondan los dos mil ejemplares vendidos. En todo caso, cantidades inimaginables para intérpretes que abarcan todo el mercado español.
Estos datos de ventas, pues, son importantes si se relacionan con los correspondientes al mercado español. Hasta hace poco se concedía un Disco de Oro a aquellas producciones que superaban los 50.000 ejemplares distribuidos. 10.000 copias para el Disco de Platino. Desde hace un tiempo, Promusicae (Productores de Música de España) han tomado la medida de bajar a 40.000 y a 80.000 el número de ejemplares distribuidos para alcanzar los reputados Discos de Oro y Platino. Este volumen de ventas varía de unos países a otros, en función de su número de habitantes.
Si para un mercado potencial de cincuenta millones de personas, como es el español, este volumen de ventas es el correspondiente para hacerse con estos premios, en lo que refiere al asturiano, para una población de un millón de habitantes, sería de 750 discos para hacerse con un Disco de Oro y de 1500 para el de Platino. Estas ventas las alcanza, sin mucho problema, cualquiera de los cantantes de tonada que saca un disco.
En este sentido, los datos relacionados con la propuesta del gobierno, el manifiesto de los autores y el contramanifiesto de los internautas, se ven desde otra perspectiva. Es cierto que las descargas de internet y la piratería en general afecta al mercado de ventas. Pero, principalmente, a productos comerciales y a grandes empresas del sector. Por el contrario, el número de ventas de productos musicales asturianos en el mercado propio no sólo no ha descendido sino que no ha parado de crecer. Lo que significa que posiblemente no se dará el caso de que exista un nuevo Hevia que venda dos millones de discos. Pero, ese hecho, muy importante económicamente para las grandes multinacionales y para el propio artista, tiene escasísima incidencia en las pequeñas empresas asturianas del sector y el gran número de artistas que aquí viven de la música.
Por ello, como indicaba el Manifiesto en defensa de los derechos fundamentales en Internet: “Intentar sostenar con cambios legislativos a una industria obsoleta que no sabe adaptarse a este nuevo entorno no es justo ni realista”.