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La toma del Palacio de Invierno

2009 / 10 / 03 - El Comercio

La toma del Palacio de Invierno

A primeros del siglo XX los bolcheviques comandados por Lenin idearon una estrategia para que las tropas rusas creyeran que defendían aquello que iban a derribar con su apoyo o, al menos, con su pasividad. La película Octubre de Eisenstein contribuyó a crear toda una mitología del asalto bolchevique al Palacio de Invierno, el símbolo de la autocracia zarista, en primer término, y de la escasa burguesía rusa, en aquellos momentos. El icono de la toma del Palacio de Invierno ha servido desde entonces para consolidar el tópico de la revolución popular y, de una manera más generalizada, para referirse a como una nueva generación en cualquier ámbito da el relevo a la precedente.

En Asturies venimos asistiendo a este hecho desde la grabación en 1999 del CD Onde la ñublina posa de Mariluz Cristóbal Caunedo. Por aquellas fechas, la voz de esta cantante había llegado a todos los confines del mundo a través de los dos millones de copias vendidas de la canción “Busindre reel” del gaitero Hevia. Mariluz Cristóbal no era, por edad, la representante de una nueva generación de voces. Pero, la frescura de su grabación y el hecho de incorporar en ella los instrumentos de algunos de los principales músicos de la escena folk, convirtió el disco en una referencia obligada para todo un grupo de jóvenes que rondaban los veinte años y que vieron en el ejemplo un modelo que rompía de alguna manera.

Estos jóvenes ya llevaban tiempo haciéndose un nombre en los concursos y muestras infantiles y juveniles. Algunos de ellos, como Anabel Santiago, llevaban años ganando los primeros premios de estos certámenes. No es de extrañar que, muy poco tiempo después de su grabación clásica Tierra de sueños, se atreviera con Al son de la lluna, un verdadero mazazo que costó ser entendido dentro del ámbito más cerrado de la canción asturiana.

Pero, Al son de la lluna marcó la diferencia. Si con Onde la ñublina posa quedaba constancia que había una línea trazada, con el trabajo de Anabel Santiago la nueva generación se hacía sentir doblemente: no olvidando la voz propia de la asturianada, pero también acercando esta voz a los sonidos de la música del momento en todo el mundo. Uniendo de este modo la cultura del lugar, la propia de la tradición de la canción asturiana, con la cultura del tiempo, la que desde hacía tiempo venía llamándose world music.

Este fenómeno de la world music nace de pretender englobar bajo un mismo concepto comercial la música tradicional, la popular, la étnica y cualquiera otra con carácter local, de manera especial unificando su sonido de forma que llegue a un público supuestamente universal. Se entiende este proceso como parte integrante del fenómeno de la globalización y de la puesta en valor de la diversidad cultural de los pueblos de la tierra y del aporte de riqueza musical que esto supone.

Tras Al son de la lluna no pararon de sucederse las novedades. De forma lenta. El mercado asturiano no es capaz de absorber un gran número de productos a la vez. Ni tampoco de generarlos. Pero, en los años siguientes fueron viendo la luz trabajos interesantes y en buena manera rompedores, como Nel café de la esquina, de Liliana Castañón, Anabel Santiago canta a Diamantina Rodríguez, Cantar de seronda, de Mariluz Cristóbal Caunedo y Cuatro Ases de la Toná, de Jorge Tuya, Ismael Tomás, José Manuel Collado y el Che de Cabaños. Para continuar, en estos últimos años, con sorpresas como Desnuda, de nuevo de Anabel Santiago, Trad.ye, de Héctor Braga, Un pasu más, de los Hermanos Valle Roso, y El sonar de les semeyes, de Mapi Quintana.

Y, fundamentalmente, todo ello sin que se perdiera en ningún momento el hilo conductor con la canción asturiana más tradicional. Un hilo conductor al que seguían vinculadas la mayor parte de esas voces, con su participación en concursos y muestras de todo tipo, y con grabaciones en la línea más ortodoxa. Una línea, por otra parte, que sigue siendo igual de necesaria que la rompedora y que muestra en estos momentos la enorme vitalidad del género. Una línea en la que no dejaron de dar sorpresas las grabaciones de Rosario González, María Sánchez, Bibiana Sánchez, Lorena Corripio, María José García, Sergio Agüeros, Pablo Carrio, Celestino Rozada o Héctor Braga, por sólo citar a algunos de los más jóvenes.

Pero, en estos momentos, el relevo generacional está teniendo lugar a la manera de toma del Palacio de Invierno. Están cambiando los concursos: por una parte a partir de la apuesta por contar con jurados especializados en canto y músicas y, por otra, por incorporar nuevas asturianadas, originales en letra y música, que se incorporan así, de manera natural, a las grandes obras creadas a lo largo del siglo XX, como “Al pasar por el puertu”, de Baldomero Fernández, “Soi asturianín”, de Martínez Abades, o más recientemente, “La mina y el mar”, del maestro Casanova y León Delestal.

Y, también, está cambiando la mentalidad del público. Como podemos comprobar en el reciente premio de la Hermandad de La Probe 2009 de Morcín a los programas de canción asturiana retransmitidos por la TPA, una apuesta firme por cambiar la imagen de los concursos y las muestras de canción asturiana.

A finales como estamos de la primera década del siglo XXI, comprobamos como esta nueva generación ronda la treintena y ya gana por mérito propio más del cincuenta por ciento de los principales premios de los concursos que se llevan a cabo en Asturies.




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