De Mieres de tola vida
2009 / 09 / 29 - La Nueva España
Cuando era pequeño había un grupo de mujeres mayores que no se reían para que no les salieran arrugas en la cara. En Mieres. Se sentaban a tomar el café en la terraza del Paláu. Verlas acercar la taza a la boca era todo un arte. Como la ceremonia japonesa del té. Pero en pijo. Con el dedo meñique levantado hacia el cielo. Con la vista al frente sin mirar ni un solo momento el borde de la taza.
Johnny Pistolas entraba en el Paláu y las miraba de reojo de la que iba camino de la barra. Acercaba la mano a la cartuchera y quedaba expectante. Si una sola de ellas hubiera hecho el más mínimo gesto con la cara le abría metido un tiro entre ceja y ceja. Sin inmutarse. Cuando salía, ellas continuaban en la terraza. No les daba la cara ni la espalda. Caminaba de perfil hasta que las perdía de vista con el rabillo del ojo.
De camino al instituto, bien temprano por la mañana, una señora de La Villa daba cera todos los días al poste de la luz que tenía frente a casa. Como era algo habitual, pasábamos a su lado y decíamos buenos días. Ella asentía con la cabeza, levantaba la mano derecha y nos decía: ¡Con Dios! Los del Viesgo habían elevado una protesta al Ayuntamiento porque se trataba de una propiedad de la empresa y tanta limpieza generaba desgaste. El ingeniero municipal quedó en pasar a mirar el tema pero se le debió de olvidar.
Personajes típicos siempre los hubo y siempre los habrá. Cada vez que nos juntamos aparece uno diferente y también nos repetimos sin cansarnos. Hace poco, en una sobrecena, había gente bastante más joven comentando sus anécdotas. Sus personajes típicos no eran los nuestros. Pero también eran de Mieres, de tola vida.
Típicos, pues, los va a haber siempre. No son sólo fruto de nuestra nostalgia. Ahora mismo hay personajes que serán típicos para la generación más joven. Los típicos surgen de la vida cotidiana. Los políticos, por ejemplo, pasan. Pocos se convierten en típicos. Aunque en esta hornada esté apareciendo alguno que le va a quitar la fama al mismísimo Johnny Pistolas. Que, por lo menos en su caso, el arma no era reglamentaria. Políticos de cara seria para que no les salgan arrugas. O para que los tomemos en serio. Políticos con ocurrencias más peregrinas que la de abrillantar el poste de la luz de frente a casa. O que la ir a Madrid con un aro y una gancheta. O con una piedra de carbón en un carretillo. O la de ir a dar una cacerolada a los dirigentes de su propio partido a Madrid. Que haber haylos en la oposición que también se van a apuntar. Típico típico. Ver para creer.