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Un expediente en asturiano

2009 / 09 / 25 - La Nueva España

Un expediente en asturiano

El problema no surgió porque el expediente estuviera escrito en asturiano. Sino porque el concejal, por primera vez en su vida como político municipal, se paraba a leer un expediente. Se trata de una verdad de Perogrullo. El Ayuntamiento de Mieres lleva, al menos, 21 años tramitando expedientes escritos en asturiano y castellano, indistintamente. Y digo al menos porque ese es el tiempo que llevo yo escribiéndolos: 21 años. Se dice pronto. Y me constan expedientes anteriores. Sin ningún problema. Los políticos y los técnicos municipales siempre han sido lo bastante cultos como para tener conocimiento de ambos idiomas. O, por lo menos, lo suficientemente educados como para respetarlos. Se trata de dos lenguas hermanas y tan parecidas que no llevan a confusión ninguna. Nos da igual decir tuntu o tonto. En ambos casos sabemos de quién estamos hablando.

La única explicación lógica es que ese concejal nunca leyó un expediente municipal. No es extraño. Ocurre con frecuencia. Aunque este caso es muy particular. Un concejal que se levanta por la mañana. No leerá ningún expediente, pero sí el periódico. El periódico marca el baremo de la popularidad. También, sin duda, muestra la particular dotación para la estupidez. El periódico dice que lo expulsan de su partido. Por muchas cosas. Alguna de ellas, como se comprueba, como no pararse a leer nunca un expediente. Que es su trabajo público. Para el que, evidentemente, no está capacitado. En fin, que el concejal está preocupado. Llega a la Comisión. Lee el expediente. Arriba, como todos los expedientes, pone el lugar y la fecha. Mieres del Camín, 23 de septiembre. Lo tira. Dice: Esto está en bable y yo no lo leo. No leyó más. El resto del expediente estaba escrito en castellano. No es broma. Había otro escrito en asturiano. Pero ése en concreto, estaba en castellano.

La villa en la que vivo se llama Mieres del Camín. Lo dice un decreto ratificado hace unos meses. Nunca se había llamado oficialmente Mieres del Camino. Sino simplemente Mieres. Pero, por más que una ley diga que Mieres es Mieres del Camín y no Mieres del Camino, nadie es lo suficientemente estúpido como para intentar prohibir que cada uno llame a su tierra como le venga en gana.

En fin, que este asuntillo no da más que para reírse un poco más de quien lo promueve. Es una pena que le quede ya tan poca vida municipal. Porque daba juego. Aunque sólo fuera para hacer chistes. A ver si hay suerte que Juan Morales lo meta en su partido. Aunque no lo voten, sólo con verlo en elecciones vamos a pillar una jartá… (si se me permite una expresión en castellano dialectal).




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