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Añada: Iniciación a la vida

2009 / 09 / 12 - El Comercio

Añada: Iniciación a la vida

La más famosa recuerda la banda sonora de un culebrón:

“El que llama a la puerta que venga mañana porque’l padre del neñu nun fue a la montaña”.

Pero hay otras letras que podrían venirle bien a un reality show de la tarde:

“Tu vas ser marqués conde o caballeru y pa mio desgracia yo aprendí goxeru”.

Aunque para drama rural ninguna letra mejor que:

“Debaxo d’una panera mio madre echóme a la vida de papilla les fariñes y de biberón la sidra”.

En el conjunto de canciones de cuna de España y Portugal, la “añada” asturiana ha llamado la atención de los musicólogos por diferentes motivos. En buena medida, a partir del simple hecho de contar con un nombre propio e identificativo dentro del folklore musical de Asturias. Un término que proviene del verbo “añar”, con el que se designa en asturiano a la acción de acunar o mecer entre los brazos.

Pero, más que nada, los musicólogos comenzaron a prestarles atención a partir de sus letras. De todos es conocido el pequeño trabajo que sobre ellas llevó a cabo Federico García Lorca, a partir de las añadas que le había pasado Eduardo Martínez Torner, compañero suyo en la Residencia de Estudiantes de Madrid. Como fue el caso de una de tantas versiones de la conocida “Agora non”.

Musicalmente, la “añada” es ternaria y, en su mayor parte, se enmarcan en el compás de 6/8. Por más que su carácter rítmico sea evidente, los intérpretes de tonada las incluyeron rápidamente en su repertorio habitual adaptándola al ritmo libre característico de su género. Es el caso de la citada anteriormente, conocida por el nombre de su primera estrofa, “Debaxo d’una panera”, y que pertenece al repertorio más utilizado por los cantadores de tonada de las últimas décadas.

La “añada” originaria, la que servía para su cometido de ayuda a dormir al recién nacido, se cantaba a media voz y acompañando labores como la de “mazar el lleche”, para hacer manteca. Un ejemplo recogido en el pueblo de La Matiná, en el concejo de Mieres, dice:

“Mázate buen lleche que se faiga requesón que la muyer del to amu guárdalos al zurrón mázate buen lleche que se faiga requesón”.

Esta añada, muy repetitiva, va describiendo un historia entre humorística y pornográfica, insistiendo sobre una única nota musical al cantar la primera y tercera línea del verso.

Las letras de las “añadas” recogen sentimientos e historias que reflejan el momento de intimidad existente entre una madre y un hijo. Pero también se dan ejemplos de “añadas” masculinas, como las populares “Durmir durmidera” o “Crióme mio madre”. Este hecho no es nada frecuente en otros folklores musicales donde las canciones de cuna son un género exclusivamente femenino.

La “añada” continúa siendo en la actualidad uno de los géneros no anacrónicos del folklore musical asturiano. Un reciente trabajo de campo llevado a cabo en la cuenca minera asturiana en que se preguntaba a niños sobre las canciones que sus madres/padres les cantaban, dio como resultado la comprobación de la pervivencia de este género, su buena salud musical y garantizada su transmisión de generación en generación.

Algunas de ellas son de incorporación reciente. Apenas tienen más de un siglo de vida. Es el caso del romance “Aúlla un perro madre”, de Juan Menéndez Pidal. Escrito en la segunda mitad del siglo XIX su éxito fue tal que, habiéndose escrito originalmente en castellano, se encuentran de él versiones en gallego, portugués y asturiano. La letra, en cada una de las versiones, va alejándose de la original. Pero el tenebrismo de la historia, permanece. En la recogida en la cuenca minera dice:

“Aúlla un perru, madre xunto a la puerta cuando amanezca’l día yá taré muerta”.

Hace cuatro o cinco años el Instituto Asturiano de la Mujer patrocinó un recopilatorio de añadas a cargo de Rebeca Velasco y Alejandro Lafuente. Un trabajo que posteriormente sirvió como regalo en algunos hospitales de maternidad para los padres de los recién nacidos. En él se encuentran no sólo las citadas en este artículo, sino también otras pequeñas maravillas, como la “Añada amorosa”, que interpretara magistralmente Diamantina Rodríguez, o la “Añada de la nueche”, que también utilizaba a la gaita Silvino Fernández Fueyo como marcha fúnebre. Una contradicción que muestra bien el carácter misterioso que continúan teniendo estos cantares de cuna.




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