Turismo en la cuenca
2009 / 08 / 26 - La Nueva España
Al que madruga, Dios lo ayuda. Refrán a favor. No por mucho madrugar amanece más temprano. Refrán en contra. Como bien se desprende de la sabiduría popular no hay nada mejor que sostener una opinión y la contraria. Un poco desconcertante. Pero muy sano para la salud. Es algo que hacemos todos los días. Reniego de la lluvia y estoy encantado de que no haga calor. Me quejo de que no hay dónde aparcar y cojo el coche para ir a casa de mis suegros, a tres manzanas. Escribo sobre las terrazas de París, los áticos de copas de Madrid o los pubs de noche en Roma y luego disfruto como un enano con los huevos de codorniz en Villamartín, les casadielles de El Pedroso y la tortilla de Paxío, en todos los casos acompañado de sidra mientras suena alguno de los Conciertos del Valle.
Opinar algo y a la vez lo contrario es un ejercicio recomendable diario. No tiene nada que ver con mantener una opinión media vida y luego cambiar la otra media. Eso se lo dejamos para algún político que nos toca en suerte. Y para algún opinador de barra de chigre. Y no por el simple hecho de ser de izquierdas de joven y de derechas de mayor, o viceversa. También se puede ser facha de siempre, guerrillero de sabe Dios qué Cristo, demócrata de conveniencia, quedar con el culo al aire y acabar volviendo a los orígenes, que en verdad nunca abandonó. Por poner un ejemplo conocido.
En fin, que como estoy tan bien haciendo turismo por los pueblos de les cuenques, vuelvo a marchar fuera. Para que al regreso se pueda volver a meter conmigo la concejala de turismo. Por tar tol dia de pingu. Aprovecho la semana para quedar hasta el gorro de esto. El martes turramos al sol después de una fabada en el Caburniu. El miércoles madrugo para bajar les fabes por el camino de Mariana. El jueves subo a Villabazal a ver un caserón del XVIII. El viernes me visto de más o menos celta hasta las tantas en el humedal de Baiña. El sábado seco al sol en Miruxeo cantando canciones de toda la vida y comiendo corderu a la estaca. El domingo lo dedico a lo que es un domingo de Mieres de no hacer nada, dar una vuelta por la plaza, tomar algo en una terraza y dejar que pase la tarde.
Así que marcho para poder echar de menos todo esto. A sufrir bajo el sol de levante. A quejarme de lo asquerosa que está el agua del Mediterraneo. A añorar la sidra delante de una cerveza helada. A bailar el chunda chunda discotequero mientras me invade la nostalgia de una melodía de gaita. Para estar como en casa viendo la segunda parte del culebrón de la alcadesa del PP de Dénia.