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Vacaciones en Turón

2009 / 07 / 23 - La Nueva España

Vacaciones en Turón

No me lo creen. Cuando me llaman, digo la verdad, digo que estoy de vacaciones. Hasta ahí sí me creen. Lo normal es que me pregunten de paso que esta vez por dónde ando. Les digo que en Turón. Entonces es cuando dejan de creerme. Por alguna incomprensible disociación de ideas neuronal el cerebro es incapaz de asociar estar de vacaciones y estar en Turón. Es lo que tiene hablar con gente de Mieres. Es como si a un español de pura cepa –si es que los hay- le mentas Euskadi. Es territorio comanche. De la misma forma que no le entra en la cabeza a ningún pijoaparte de los de la banderita roja y gualda en el polo del cocodrilo veranear en tierra vasca, a cualquier sucedáneo de lo mismo del Mieres auténtico les puedes jurar por lo más sagrado –el paisano de los caballitos, por ejemplo- que estás de vacaciones en Turón que no te va a creer.

Pues, sí, estoy en Turón. No en el que sigue tomado por las fuerzas de ocupación de Mieres, pero sí en otro Turón. Que hay unos cuantos. El de Granada está auténtico para el que guste del sol en estas fechas y de espacios naturales. Para el que disfrute escalando le recomiendo el Turón de los Alpes. Yo, por mi parte, estoy en un Turón más primitivo. Tanto que ya no se llama Turón sino Tours. Pero fue Turón hasta hace cuatro días. Cuando los romanos Civitas Turonorum. Todavía ahora mismo, los habitantes se llaman a sí mismos turons. En el mismísimo centro del Valle del Loira. Lleno hasta la bandera de japoneses y catalanes. Da la sensación de que no veranea más gente que ellos. Suena a tu espalda un acento conocido. Te das la vuelta y es un catalán o un japonés. El catalán te suena a asturianu de la cuenca con catarro. El japonés te suena al acento más tonto de Valladolid.

En cambio, en el Turón de Mieres tengo a un amigo de fuera pasando estos días de verano. Se dedica a lo mismo que yo, pero a lo bestia. Cosas relacionadas con la cultura. Que nadie sabe de verdad de qué trata. Yo hago como que trabajo alguna vez al año. Y él bastantes más. Cada uno de nosotros, para descansar de lo que no cansamos, encontramos nuestro Turón particular. Otros necesitan playa. Yo también. Pero este año, por ahora, tengo el cuerpo para poca arena. Me dedico a la política francesa. Carla Bruni y marido dan mucho juego. Desayunar a la francesa significa hablar de política con el camarero y con el vecino de mesa. Como si fuera el Yaracuy. Pero sin pinchos de tortilla.




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