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El hombre del tambor

2009 / 07 / 04 - El Comercio

El hombre del tambor

Se trata del Robert A. Zimmerman que hace un par de años no apareció a recoger el Premio Príncipe de Asturias. El mismo que ahora autoriza a un cantautor de esta tierra a versionar algunos de sus temas sagrados a una lengua que ni siquiera es oficial. El mérito de esta historia lo tiene Toli Morilla.

Se entiende fácilmente la aversión de Bob Dylan –nombre por el que es sobradamente conocido el citado R. A. Zimmerman- a las versiones de sus temas. En castellano de manera especial. El himno de toda una generación, “Blowin’ in de wind”, fue convertido en España por los curas herederos del espíritu del Vaticano Segundo en una canción que aún se sigue interpretando en las iglesias como “En este mundo que Cristo nos da”. En ese camino, el estribillo que simbolizaba una época –“la respuesta, amigo mío, está flotando en el viento”- se transformó en “saber que vendrá, saber que estará partiendo a los pobres su pan”. Ni me imagino lo que podrían haber hecho con “Mr. Tambourin man”. Se conformaron en este caso con “El pequeño tamboritero” de Raphael.

Desde hace años, como muchos otros autores, los derechos de reproducción y versión de sus temas son gestionados por una editorial. Las autorizaciones de traducción a otras lenguas son escasas. De ahí el mérito de Toli Morilla. Algo que hace aún más grande si cabe a Bob Dylan. Haciendo constar el espíritu de rebeldía del tiempo que representa no asistiendo a la feria de las vanidades de unos premios que se premian a sí mismos. En el presente, de forma más trasgresora, permitiendo que en una lengua no autorizada sus temas vuelvan a sonar rebeldes. En la voz de Toli Morilla:

Agora criminales de traxe y corbata tomen los martinis enriba na terraza. (“Huracán”)

Hace algo más de cuarenta años Bob Dylan cambió la historia de la música folk. Su ruptura con los puristas alcanzó su punto álgido cuando en 1965 se presentó en el festival de Newport armado con una guitarra eléctrica y con la Paul Butterfield Blues Band detrás. Lo recibe una enorme pitada. Cuentan que Pete Seeger se abalanzó contra él para desenchufar su guitarra. Bob Dylan llora sin tristeza en el backstage. Es más cierto que nunca que los tiempos están cambiando. Él se prepara para el futuro. En agosto de ese año saca su sexto álbum, Highway 61 revisited. El mismo año en que se casa con Sarah Lowndes.

Sara, Sara nun m’escaezas, nun marches xamás. (“Sara”)

La huella de Bob Dylan es fácil de seguir a través de toda la música asturiana de los últimos cuarenta años. Desde el primer folk de Madreselva, herederos directos del sonido de la época, finales de los años sesenta, hasta este disco impagable de Toli Morilla.

Han pasado diez años de su debut como cantautor con Nunca des la espalda y sus composiciones en el disco superventas de Hevia, también de finales de los años noventa. Bob Dylan aparece por vez primera en sus grabaciones en el año 2003, dentro del disco Entre el barro y las preguntas. Al año siguiente, musicando poemas de diferentes poetas asturianos, aparece Nueche d’insomniu. Para terminar siendo el primer galardonado con el Premiu al Meyor Cantar en Llingua Asturiana, con “Azul gris”, de su álbum Entropía.

En el verano del 74 estrenaron en Xixón el film Pat Garret and Billy the Kid. Fue uno de los grandes eventos del verano. La música era de Bob Dylan. Él mismo intervenía en la película, creo recordar que matando de un disparo a unas gallinas. La película cuenta la historia tantas veces repetida del forajido niño y el sheriff que le persigue y le da caza. Por eso la recuerdo. Pero es imposible olvidarse de su música. Aquel impresionante “Knockin’ on heaven’s door” que ahora volvemos a sentir en la voz de Toli Morilla:

Siento que toco les puertes del cielu toc, toc, toco les puertes del cielu.

“Las canciones populares son la única forma de arte que describe el talante de nuestro tiempo. Es de lo que hoy se cuelga la gente. No de los libros, ni del teatro, ni de los museos”, declaraba Bob Dylan en 1966. Nadie duda que eso sea cierto. Ahora. Hace cuarenta años decirlo era toda una osadía. La misma osadía, el mismo atrevimiento que volvemos a sentir cuando escuchamos a Toli Morilla revisitando la obra del gran maestro de la música contemporánea. En lengua asturiana. Para que la osadía se vea renovada.




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