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El Algarrobico

2008 / 09 / 20 - El Comercio

El Algarrobico

La fama se la lleva por estar situado donde está. El Algarrobico en verdad no existe más allá de que en otro tiempo fue un arenal, en la desembocadura de la rambla del Alías, debajo de las cañadas de Don Rodrigo.

La imagen que uno tenga de “El bueno, el feo y el malo” es perfecta para hacerse uno idea de qué estamos hablando. Nunca hubo nada allí que no fueran unas casamatas, tan hacia el interior que no te salen siquiera en el Google Maps. En plena sierra y la sierra pelada. Clint Eastwood sigue teniendo casa cerca y continúa escapándose a ella cada vez que tiene un hueco.

Pero, ahí está, en medio de un paisaje protegido, un hotel que ocupa el tamaño de medio Mieres, con las licencias correspondientes del Ayuntamiento de Carboneras y de la Junta de Andalucía. Con el hotel levantado y a medio construir. Con el entorno absolutamente destrozado. Con sentencias continuadas de derribo. Pero con todo el mundo en el propio pueblo de Carboneras absolutamente convencido de que no se va a tirar.

Y los del pueblo saben del tema. Vieron crecer el proyecto. Levantarse las primeras vallas. Poner los primeros carteles. Mover toda la tierra que tuvo que moverse. Alzar las grúas. Levantar piso a piso. Con todos los vecinos viéndolo día a día. Con la gente sorprendiéndose. Con muchos levantando su voz. Con los responsables políticos del Ayuntamiento y de la Junta dándoles una y otras vez la espalda. Por cierto, sigue al frente del Ayuntamiento el mismo Alcalde que concedió la licencia de obra hace veinte años. Ascendió a Presidenta del Parlamento Andaluz la entonces consejera de Medio Ambiente.

En el fondo El Algarrobico no es más que una tomadura de pelo tan grande que tras ella se lava la conciencia de lo que está ocurriendo en muchas otras partes. Los medios de comunicación recogen la noticia. Las grandes multinacionales de defensa del paisaje lo incluyen una y otra vez en sus informes como buque insignia. Pero, a pocos kilómetros de distancia, en paisajes que hace apenas diez años eran igual de magníficos y desérticos, el urbanismo salvaje del litoral mediterráneo campea a sus anchas.

Cuando vayas por la A7 Autopista del Mediterráneo salte de la autopista en la salida de Mojácar. Si vas a la derecha pasarás bajo Mojácar y tomarás la carretera de Carboneras. A la salida de una curva –a la derecha desierto y a la izquierda mar-, te encontrarás con El Algarrobico. Surgiendo de la nada. La propia carretera lo bordea para dejarle descender hasta el arenal.

Pero, mejor, en la bifurcación de Mojácar, toma la desviación de la izquierda hacia Garrucha y sigue la línea de costa camino de Palomeras –aquella playa que alcanzó la fama internacional con las fotos de Fraga bañándose como demostración de que las bombas atómicas que habían caído al mar no lo habían contaminado-. El paisaje no impresiona a la manera de El Algarrobico por una razón sencilla: a lo largo de 6/8 kilómetros todo es una sucesión de chalecinos morunos, casbas falsificadas, adosados ibicencos y hoteles.

Nada que no sepamos o a lo que no estemos acostumbrados. La Costa Brava está tan saturada que espanta. Además de vieja. Sus horribles edificios a pie de playa son de la década de los sesenta. Apenas lo sigue llenando –como en Mallorca- ese turismo inglés y alemán de cerveza y salchicha. Valencia, de arriba abajo es un verdadero dolor. Murcia está acelerando el proceso en los últimos años para no quedarse atrás –su estandarte fue siempre La Manga, pero ahora existen urbanizaciones que superan ese espanto.

El Algarrobico es un buen ejemplo de lo que fueron los últimos veinte años de Andalucía. Es raro el trimestre que no salte un escándalo a los medios de comunicación. Fue caldo de cultivo para todo tipo de experiencias. Jesús Gil incluido.

Y en el fondo traigo a colación toda esta relación de despropósitos porque vivimos en Asturies y escondidos tras la publicidad de Paraíso Natural nos terminamos creyendo nuestra propia publicidad. Es cierto, no tenemos animaladas tan esperpénticas como El Algarrobico, pero todavía hay proyectos medio en pie que pueden estar a la altura.

No es casualidad que este verano haya querido dejar constancia en fotos de cómo sigue siendo el pueblo de Verdicio, sus prados y su línea de costa. Como lo hice hace años en la Almería desértica que llega al mar por la sierras Almagrera y Almagro, Cabrera y Gata. Porque el desierto entonces no llamaba la atención a nadie. Su belleza es absolutamente distinta a la de la costa del Cantábrico. Pero guardaba un tesoro a la espera de ser descubierto: una temperatura ideal y un mar impresionante.

Cualquier ayuntamiento tiene para seguir el modelo del de Carboneras con el caso Algarrobico. Y los proyectos de campos de golf surgen por toda Asturies como setas. Con sus cientos de chalés adosados a la vera. No hay político que no sueñe con uno en su concejo. Aunque sea con la ley en contra. Como en Verdicio.




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