Trilingües a los tres años
2007 / 12 / 29 - El Comercio
Mi psiquiatra apunta como probable que, a causa de la esquizofrenia lingüística de escribir y hablar una lengua que no existe jurídicamente -como la asturiana-, la subida de la fiebre, a los niveles que lo hace a causa de mi bronquitis crónica, sea el origen de mis pesadillas en francés. Existe en el cerebro –me señala- un mecanismo de autoprotección de manera que, en vez de delatar a mi subconsciente y dejar en evidencia aspectos de mi vida que guardo para mi, lo esconde bajo el código de una lengua que existe en el disco duro del cerebro pero no suele ser de uso habitual para quien pueda escucharte en ese estado.
José Antonio, tío de mi padre, me comentaba un día que le ocurría lo mismo con el inglés. No obstante él –hace de esto ya más de treinta años- intuía que se debía a que el cerebro en ese estadio actuaba de manera autónoma e inteligente y por ello no hablaba una lengua tan mediocre como la castellana que ya hablaban todos los indios de América o como el asturiano que se había quedado reducida al diálogo de sordos con “los gochos, les pites, les oveyes y les vaques”.
Sorprendentemente, a causa de las fiebres a que me llevó una gastroenteritis por una ostra en mal estado en Santiago de Compostela, deliraba en portugués –según opinión del médico de urgencias que me atendió, muy sorprendido cuando se le dijo que era asturiano, que vivía en Asturies y que toda mi relación con Portugal era poco más que afectiva producto del contacto con el gran número de hijos de portugueses compañeros de clase y de que un día de abril el vecino de abajo abrió las ventanas de su casa baja e invitó a todo el vecindario a vinho do Porto y de Dâo porque algo que llevaba años esperando acaba de ocurrir en su tierra-.
El pedagogo italiano Renzo Titone, autor de un tratado sobre el trilingüismo a partir de los tres años entre los niños de su tierra colindante con Suiza, investigó los sueños comentados de sus hijos para tratar de descubrir como a su nivel acababa predominando una lengua por delante de las otras. Su conclusión concuerda perfectamente con la experiencia que describo con mis ostras y mi bronquitis crónica: el cerebro es lo suficientemente inteligente como para saber qué lengua tiene que utilizar y en qué momento.
A pesar de la pobreza de resultados del nivel de estudios en España, hay un dato que nadie señala y que guarda relación con nuestros dominios del lenguaje: los mejores resultados académicos se dan en aquellas comunidades que cuentan con dos lenguas oficiales. En concreto, el nivel de inglés alcanzado por los alumnos de estas comunidades es muy superior al logrado por los de las comunidades monolingües. Un dato que se constata, igualmente, a nivel europeo: uno de los países con peores resultados en rendimiento académico es la propia Inglaterra donde no sólo no existe una segunda lengua –más que en reductos muy minoritarios y aún más minorizados- sino que tampoco existe tradición ni interés en el aprendizaje de una segunda lengua extranjera.
Así seguimos sorprendiéndonos de la impresionante capacidad para hacerse con el español en pocos meses de los polacos. Nadie les dice a nuestros alumnos que se debe en buena medida a que, por su propia ubicación, desde niños hablaban ruso y las modernas generaciones alemán y, además, entendían las otras lenguas eslavas porque la distancia entre el polaco, el checo o el serbocroata es tan reducida como la existente entre el asturiano, el gallego, el castellano y el catalán. Con una diferencia: las lenguas eslavas suelen ser lenguas nacionales y por ello gozan de la consideración de lenguas de primer nivel. Aquí, por más que sean oficiales en su territorio, para muchos monolingües castellanos hablar catalán es poco más que un signo de mala educación o de un deseo extraño de querer ser diferentes. Ni te cuento, pues, de la consideración que en el mismo sentido puede tener hablar asturiano.
Se sorprendía mi hijo pequeño el verano del año pasado en Tetuán de que todos los niños de su edad, con mayor o menor soltura, hablaran español y que también lo hicieran en el francés obligatorio como lengua vehicular en su escuela y en el árabe culto que rige en todos los países islámicos. Y que, con todo, su lengua de uso de calle y de familia, con la que gritaban jugando a fútbol e intentaban cortejar por El Paseo, era un mal llamado dialecto por la propaganda oficial marroquí que no goza siquiera ni de reconocimiento oficial ni está permitido su uso en ningún documento.
Hace poco volví a leer las cartas que se intercambiaban Xovellanos y algunos amigos en asturiano para poder de este modo saltarse a la torera la censura a que estaba sometido en su cárcel y exilio mallorquín. En aquel tiempo ser culto era ser afrancesado, lo que significaban bastantes más cosa que hablar francés. Por ejemplo, hablar español e inglés, y hacerlo con la corrección con que él lo hacía.
Ahora que nuestros políticos gustan tanto de mirarse en el espejo del ilustre Xovellanos no estaría de más que lo hiciesen desde la perspectiva de sus lenguas. Como comentaba Renzo Titone: "Un niño que conoce tres lenguas cuenta con tres llaves para entender el mundo". El humorista Mingote lo decía con más coña: "Un burro de la India se entiende con uno de Castilla porque hablan la misma lengua; por eso no evolucionaron".