El submarino de Xuan
2008 / 07 / 12 - El Comercio
Apenas clarea cruzo el Camí Real de Denia y me acerco a la playa de L’Almadrava. Con la disculpa mística del saludo al sol, hago mi calendario de estiramientos de recuperación del tendón de Aquiles. Los que pasean con perro son alemanes. Los de la bicicleta, ingleses. Los suizos ondean su bandera frente al chalet. Algún español sacó también la suya con motivo del fútbol. Pero, ni estos ni los anteriores madrugan.
Los cuatro pescadores que quedan son del pueblo. Sus comentarios en valenciano “al altu la lleva” son los únicos que rompen el silencio. Uno porque arregla la barca. Otro porque le dice que la tire. Otro más porque le recomienda que salga con ella tal como está a ver si hay suerte de que se hundan los dos.
El del arreglo es el pescador al que ayer pedí fuego y ya estaba con lo mismo sobre la misma barca. Aceptó el cigarrillo que le ofrecí y hablamos, como es preceptivo en estos casos, del buen día que se anunciaba.
Es muy mayor o me da esa sensación por su pelo y su cara quemados por el sol. Por más que se lo vea atareado, no tiene ninguna prisa. Fuma como lo hacía mi padre, dándote la sensación de que le va la vida en ello, dejando que el humo le suba por las huellas de la cara, mordiendo la boquilla para dejar las manos libres y poder seguir hablando por la comisura de los labios.
En el tiempo que dura poco más que el cigarrillo le da tiempo a contarme –tras averiguar que soy del norte por la forma de hablar- que sirvió en la marina en El Ferrol y conoció de aquella La Coruña, Xixón, Santander, San Sebastián y Porto. Como también a decirme que llevaba tanto años en L’Almadrava que había tenido tiempo a ver de todo, incluido un submarino alemán que quedó varado en la barra que se forma en invierno por las corrientes del arroyo de Barranquets y el Riu Girona.
La tarde anterior había leído una historia bastante similar. De libro de cabecera para el borde de la piscina traje “La historia tapecida”, de Xuan Bello y en él, bajo el título “El misterio de María”, relata la aparición en la playa de Niembru de un submarino nazi.
Cuando yo era pequeño, en el primer chalet del desvío a la playa de La Griega vivía un antiguo oficial alemán. A mi tía Margarita le tocaba cada dos días ir a mirarle la tensión y a mí me dejaba, mientras tanto, andar con su enorme catalejo montado sobre un trípode en la terraza y desde el que podía dar nombre por su cara a mis compañeros de pelota en la dársena del cercano puerto de Llastres. Los mismos que luego, de vuelta con ellos, me contaban que muchas noches un submarino alemán se acercaba a la costa siguiendo las señales que se enviaban desde aquel chalet.
-Y, ¿qué hace el submarino?
-Nada –me contestaban muy seguros de ello-. Todo se hace por señales. Una vez que recibieron toda la información se vuelven a sumergir y desaparecen.
Sigue contando Xuan Bello como otra historia de un submarino nazi, en este caso del puerto de Llubarca, había llegado tan al interior como a Tinéu. Como aquella otra que también a nosotros nos contaban de críos del submarino en el que había vuelto a Mieres la pianista Carmina Vigil sintiendo próxima la derrota nazi, después de haber sido profesora en la Universidad de Berlín durante este periodo, para acabar convirtiéndose en Mieres en directora de la Sección Femenina.
El libro de Xuan Bello está en asturiano, la lengua en la que escribe. No obstante, como ya ocurrió con su “Hestoria Universal de Paniceiros”, en nada saldrá la edición en castellano.
Estos días atrás un pequeño grupo de escritores y pensadores ha suscrito el “Manifiesto por la lengua común” en el que se denuncia la supuesta discriminación que sufre el castellano en algunos rincones de nuestro suelo patrio. Un manifiesto que suena a broma de mal gusto en un rincón como Asturies donde la lengua propia en la que escriben buena parte de sus mejores escritores no es ni siquiera oficial.
Sigo en Els Poblets, que apenas tiene más metros de costa que el kilómetro escaso de la playa de L’Almadrava. La lengua común con la que me entiendo con el pescador que me habla del submarino alemán es el valenciano y la que tengo en común con los que pasean su perro, cruzan en bicicleta o izan su bandera roja con una cruz blanca en el centro –y que son todos ellos vecinos desde hace años y años del lugar-, es el inglés.
La lengua común que tengo con Xuan Bello se llama asturiano -aunque también tenemos en común seguramente muchas otras, como el castellano, el valenciano o el inglés. Pero la nuestra primera, en la que escribimos muchos de nuestros textos antes de verlos traducidos al castellano, continúa a estas alturas del siglo XXI sin ser oficial para sus propios usuarios, convirtiéndose en los únicos en todo el territorio español que se siguen rigiendo por los mismos preceptos que regían en esta tierra cuando llegaban submarinos nazis a nuestras costas para desembarcar grandes pensadores que dirigieran luego los coros y danzas de la Sección Femenina y hablaran la lengua común de todos los pobladores de aquella España entendida como unidad de destino en lo universal de la que ya sólo resta Asturies como último reducto heroico de un imperio de pandereta.
Con todo, si tienes suerte de tener el asturiano como lengua común con nosotros, no te pierdas a Xuan Bello en versión original.