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Hasta cuándo, Catilina?

2014 / 10 / 12 - La Nueva España

Hasta cuándo, Catilina?

Si dejas la Armada Invencible al mando del duque de Medina-Sidonia, no me vengas diciendo después que llovía mucho. La historia es así de sencilla. Preparas 130 barcos. Lo mejor de la armada española. 19.000 infantes. 7.000 marineros. 1.000 mercenarios. 180 curas y clérigos. Y pones al frente a Alonsito. Un enchufado. Un duque. Sin experiencia naval. Perfecto para dirigir una flota. Y toda aquella tropa. En resumen, lo que ya se sabe. Que volvió con la mitad. Y el rey, como era amigo de él, lo disculpó. Que había llovido mucho. Hay que tener morro. Nada menos que Felipe II. Que lo tenemos por gran rey. Por que, ¿qué sabes de Felipe III? ¿Y de Felipe IV? El que sepa algo de Felipe V tiene premio seguro. Felipe VI no cuenta. Que a ese lo tenéis más reciente por el Pronto y el Lecturas.

Esto lo conté tomando el segundo café del martes. No digo con quién. No es necesario. Me preguntó qué tal me había ido por Venezuela. Le dije lo de la Armada Invencible. No lo entendió. Se lo expliqué en leguaje llano: si dejas un trasatlántico en manos de un conductor de autobús que ni siquiera sabe nadar, no te preguntes después por qué acabó encallado en Cuba. La historia la cuento en primera persona, por eso me permito licencias sarcásticas. Llego al aeropuerto de Caracas. Me mira el pasaporte uno que está sentado. Duda. Se lo da a uno que está de pie. Me mira todos los sellos. Duda. Se lo pasa a una que está detrás de ellos, más que sentada, apuntalada. Es la que manda. Como manda, no duda. Me pregunta: ¿qué viene a hacer a Venezuela? Turismo, contesto. ¿Turismo?, me da la sensación de que se ríe. Sí, turismo. ¿Turismo a dónde? Ahora dudo yo. Bueno… Caracas… ¿Caracas? Ahora noto que se ríe. Y si se ríe es que no me cree. Y si no me cree igual no me dejan entrar. Ande, gallego, pase. Y paso. Me contengo y no le digo: gracias, cubanita. Porque entro en el país y no tengo ganas de malos rollos el primer día. Si me pongo malo, me va a atender un cubano. Si me atracan, la investigación para extranjeros la llevará un cubano. Y, al final, cuando salga del país, me va a tocar el culo un cubano. Por todo ello, cuando me puse malo, no fui al médico; cuando me atracaron, no fui a la policía; y, cuando salí del país, me fui directo al mostrador de la cubana. Y ya estoy de vuelta.

En fin, que si dejas un ayuntamiento en manos del duque de Medina-Sidonia o dejas un portaviones en manos de los representantes sindicales, que para el caso es lo mismo, no me vengas diciendo luego que tomo muchos cafés. O lo que es lo mismo, si dejas la gestión de un montepío de la minería a alguien que no sabe hacer la o con un canuto y nadie dice nada, no te sorprendas luego de que al secretario general del SOMA le pillen ocultando a Hacienda 1,4 millones de euros.

Como me decía mi profesor de latín cuando yo pasaba del latín tanto como del profesor: “¿Hasta cuándo, Catilina, vas a abusar de nuestra paciencia?”. Que, luego, con el tiempo, supe que se trataba de una cita literaria de un discurso de Cicerón. Y, ahora, me sirvo de la cita para decírsela a tanto cantamañanas que nos rodea y que nos sale de debajo de las piedras. Da lo mismo que sea el duque de Medina-Sidonia dándoselas de comandante de la armada real, que un supuesto actor de tres al cuarto dándoselas de director teatral, que un punto con 1,4 millones de euros en negro dándoselas de sindicalista. ¿Hasta cuándo van a seguir abusando de nuestra paciencia?




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