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Una hostia a tiempo

2013 / 12 / 10 - La Nueva España

Una hostia a tiempo

Estimada madre. Estimado padre. Este sábado pasado, a eso de las nueve de la noche, en plena calle Manuel Llaneza, su hijo estaba burlándose, molestando y vejando al indigente que estos días duerme en el rellano de los cajeros automáticos de Cajastur. No lo hacía solo. Para actos de esta cobardía moral se necesita siempre estar rodeado de una pandilla de amigos, todos de su misma edad, su mismo perfil de ropa y su mismo nivel de inteligencia emocional. Con lo que quiero decirle que era joven, vestido de niño bien e imbécil. Lo de joven es una enfermedad que se cura con los años. Lo de la ropa indica que procede de buena familia. Lo de imbécil no se trata de un insulto sino de la manera como en psicología se define a los débiles mentales (del latín imbecillis, débil).

Como les llamé la atención, cambiaron inmediatamente el destino de los improperios de su valentía pandillera. Me conocían perfectamente. En todo momento me llamaron por mi nombre, al que fueron añadiendo los adjetivos e interjecciones propios de la edad y el lugar. Escasos y poco imaginativos, es cierto. Pero, normales para su corta capacidad formativa, no sólo en lo que podríamos llamar educación social sino también en gramática. Y, entiendo que por su edad, todos han dado en el instituto Educación para la Ciudadanía, la mayor parte ha hecho la comunión y asiste a la optativa de Religión en clase y de Gramática tendrán el codo pelado y callos en los dedos de hacer árboles sintácticos. Que, como puede comprobarse, para poco o nada ha servido en su conjunto.

Y le digo todo esto, estimada madre, estimado padre, porque su hijo no les hablará de esta gloriosa hazaña en pandilla. Ni tampoco les dirá que, un paisanu mayor, de un único guantazo al primero que se puso farruco y a mano, les hizo dar suela a todos ellos calle abajo. Lo que toda la vida se llamó una hostia a tiempo. Como me dijo uno de mis amigos a poco del suceso: esto sólo sirve para que te metas en un lío. Es cierto. Me encantan los líos. Toda la vida me he metido en ellos. A pesar de la edad, voy a seguir haciéndolo. Me pasó más veces. Una de ellas, vino un padre muy ofendido a defender a su hijo. También tengo respuesta para padres así. Muy macarra, me dicen mis amigos. Pero, ye lo que hay, donde yo estudié además de muy buenos profesores de gramática tuvimos mucha práctica de guantazo limpio.

Sé, es cierto, que son muy jóvenes y que tienen todavía mucho que aprender y mucha vida por delante. Pero, también sé, que para que en el futuro no sean unos mierdas más imbéciles de lo que apuntan con sus pocos años, es bueno que un paisanu mayor les haga correr calle abajo con el rabo entre las piernas. Que se vean, por una vez en su vida, como el indigente de los cajeros automáticos de Cajastur: acojonados.




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