Brindis
2012 / 12 / 31 - La Nueva España
Dicen los alcaldes de Les Cuenques que no hay nada por lo que brindar. Por eso decidieron no levantar sus copas en el tradicional encuentro navideño. Se les ve en la foto: a unos con los brazos cruzados, a otros con las manos en bolso y, al resto, con las manos recatadas salvaguardando sus partes pudendas. Habrá poco por lo que brindar, pero la imagen de las copas alzadas es más optimista. Los brazos cruzados simbolizan estar a la defensiva ante lo que se nos viene encima, que se intuye será peor. Las manos en bolso dan la sensación de que peor imposible. Pero, también, un cierto desaliento. Y, por último, la postura de recato con las manos entrelazadas deja entrever que, si las cosas van a peor y ellos no ponen algo de su parte para remediarlo, el ciudadano les va a dar una patada en las partes que resguardan.
2012 pintó mal. 2013 no augura nada bueno. Claro que resulta difícil brindar. Por más que, en Les Cuenques, tengamos tantas cosas pendientes que, aunque sólo fuera por verlas salir adelante, podríamos animarnos a brindar por ellas. Por ejemplo, por ese millón de euros en que están presupuestadas las obras de restauración del pozu Santa Bárbara de Turón. No sabemos para qué. Seguramente para quedarse después como el pozu San José, rehabilitado y muerto de risa. Para hacer cola en la lista del abandono junto al parador de Brañagallones del parque de Reres, el hotel de L’Angliru de Riosa, el caserón de La Piñera de Morcín, el albergue de El Florán de San Martín del Rey Aurelio, los apartamentos del pozu San Luis de La Nueva de Langreo, el ferrocarril que subía por el valle de Samuño y del que no se supo más, los pabellones turísticos de las minas de Texeo y de Rioseco de Riosa…
Y, puestos a brindar, también podríamos hacerlo por el teleférico que nunca se va a hacer al Monsacro, el tranvía que iba a cruzar por el medio de Mieres, la Y de Bimenes que se alarga en el tiempo más que el corredor de Aller o que los túneles de Riaño, la eliminación del corsé ferroviario de Los Llerones de Sama y La Felguera o la urbanización del descampado en el que se acabó convirtiendo el barrio de Oñón de Mieres. Brindar, en fin, por los sueños rotos, por la nostalgia del tiempo en que fuimos nuevos ricos gastando dinero en pijaes y, sobre todo, por el derecho a romper con el pasado y con todos cuantos representan ese pasado.
Al final, de verdad, brindo con los amigos. Por la hija de uno que termina la carrera este año. Por la de otro que empezó a trabajar. Por la mía que se marchó y está a gusto fuera. Por el nuevo trabajo de los que habían quedado en paro. Porque no le cierren a uno el curro. Por la jubilación del que ya sueña con ella. Por la ilusión de quien todavía tiene ilusión para emprender algo nuevo. Y, cuando al final, el amigo que saca las fotos nos manda ponernos a todos para sacar una, nadie sale con los brazos cruzados, ni las manos en bolso, ni haciendo de taparrabos. Todos tenemos una copa en la mano y alguna más en el cuerpo. Y brindamos. Porque creemos en el futuro. Porque sabemos que el futuro no va a ser posible sin nosotros.