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Mahoma, Mahomeno

2012 / 09 / 27 - La Nueva España

Mahoma, Mahomeno

La ira de los musulmanes contra las caricaturas de Mahoma es como la moda de los ingleses de tirarse desde el balcón a la piscina del hotel. En ambos casos se autoinmolan, unos en nombre de Alá y otros en nombre de Beefeater. Los primeros se llenan el banduyu de bombas e intentan llevarse por delante a algún que otro infiel. Los segundos, seguramente sin proponérselo, no es la primera vez que saltan desde el balcón encima de alguien. Si los caminos del Señor son inescrutables, los senderos de la estupidez humana son insondables. Y, en el fondo, a mi me preocupan realmente poco. Todo lo que haga un inglés pijolancio para no perpetuar su especie, me parece bien. Yo retiraría el agua de las piscinas por las noches y pondría una foto en el fondo, de manera que cuando se tiraran los ingleses desde el balcón se rompieran siempre los cuernos. Lo mismo que con los musulmanes autoinmoladores: les regalaría a todos un cinturón de bombas, les cedería gustoso un estadio de fútbol y convencería al más tonto de ellos, que siempre lo habrá, de que se trata en verdad de una concentración de sionistas camuflados.

Túnez es un ejemplo de la lucha de un pueblo por su libertad. Recuerda su momento presente a la España de la Transición. Entonces teníamos por nuestras calle a un montón de falangistas dando voces y, tantas veces, asesinando en nombre de Dios, la Patria y no sé cuántas cosas más. Eran cuatro, pero daban muchas voces para dar la sensación de que eran muchos más. En Túnez pasa lo mismo. Son cuatro salafistas, también en nombre de Dios, de la Patria y de no sé cuántas cosas más. Gritan muy alto, salen mucho en la tele y les hacen muchos reportajes en los medios escritos. Pero, en la medida que se arrincone a esa banda de energúmenos gritones se acabará ganando la batalla de la libertad. Salafistas, falangistas y gilipollas son ramas del mismo árbol.

Me regalaron este verano una camiseta con una caricatura de Jesucristo crucificado con cara de sufrimiento y un letrero por debajo que dice: “Algo farías”. Todo el Camino de Santiago está lleno de tiendas donde las venden. Y no pasa nada. Hace pocos años, cualquier banda de ultras llamaría a esto sacrilegio. Con las caricaturas de Mahoma pasa lo mismo. No se trata de ninguna provocación. Eso lo conseguimos a base de nuestra lucha por la libertad. La misma que conseguiremos, y conseguirán nuestros vecinos de países musulmanes, el día que se rían de Mahoma delante de las barbas de sus imanes. Mi otra camiseta representa a Mahoma con una copa de vino en la mano rodeado de huríes. El letrero por debajo dice simplemente: “Mahoma, Mahomeno”.




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