Castellana arriba
2012 / 07 / 20 - La Nueva España
Ahora que los sindicatos y no sé quién más llegaron al acuerdo de no poner más barricadas o a la conclusión de no hacerlo para buscar nuevas vías de llamar la atención sobre la situación de la minería, me viene a la cabeza el recuerdo de aquel medio cura independentista catalán que se llamó Lluís María Xirinachs y que comenzó como discípulo de la no violencia de Gandhi en los años sesenta y setenta haciendo huelgas de hambre frente a la cárcel Modelo de Barcelona y terminó a primeros del dos mil dejando de ser cura y comparando la situación de Cataluña y el País Vasco con la de la Argelia prerrevolucionaria y apoyando abiertamente la lucha de ETA.
Me viene a la cabeza porque una trasformación de ese tipo, como la de Saulo camino de Damasco que pasó a ser San Pablo o como la del protestante Enrique III de Navarra que se convirtió en el católico Enrique IV de Francia porque París bien valía una misa, está dándose en mucha gente que voy viendo a lo largo de los días de conflicto. Empezando por mí, que iba tranquilamente Castellana arriba esta semana pasada con amigos del Coro Minero de Turón y del Orfeón de Mieres cuando la policía empezó a disparar pelotas de goma contra nosotros sin miramiento ninguno de a quién iban dirigidas.
Mientras saltábamos el seto lateral de Castellana para intentar resguardarnos detrás de los árboles, la policía hacía una maniobra envolvente que no dejaba más alternativa que la de recibir una somanta de palos. La cola de la manifestación se rompió, no pudiendo avanzar. Ajenos a lo que ocurría, la plana mayor de los sindicatos dio su mitin correspondiente, sin ninguna referencia a lo que estaba pasando. La mayoría se disolvió, camino de los autobuses a los que costaba llegar con la inestimable ayuda de la policía o camino de alguna de las terrazas del entorno en la que ahogar en cerveza el sofoco de tanta carrera. Luego, al día siguiente, la alcaldesa y la presidenta de Madrid se atrevían a decir que éramos cuatro amigos los que estábamos en la manifestación y unos cuantos violentos los que iniciaron los altercados.
Xirinachs fue senador y se hizo famoso porque un día le preguntó al también senador Camilo José Cela: “¿Está usted dormido?” A lo que el escritor respondió: “Dormido, no. Estoy durmiendo, monseñor”. Xirinachs le dijo entonces: “Es lo mismo, ¿no?” “No, mosén, son cosas distintas –respondió Camilo-. No es lo mismo estar dormido que estar durmiendo, de la misma manera que no es lo mismo estar jodido que estar jodiendo”.
Esta es nuestra pequeña historia. Por ahora seguimos dormidos.