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La serenidad del burro

2012 / 05 / 09 - La Nueva España

La serenidad del burro

Subo el puertu La Cobertoria. Pasada Armá me espera un argayu. Con pinta de llevar tiempo. Sin señalizar. Con el bote acabé en la cuneta. Me bajo del coche. Reviso los bajos. No fue nada. Llego arriba. Está nevando. Hoy hará calor, pero hace menos de una semana estaba nevando. No me crucé con un solo coche en toda la subida. En la bajada, al salir de una curva, me espera un burro. Apaciblemente parado en mitad de la carretera y ajeno a que por allí pasara un coche. Me da tiempo a frenar. El burro no se inmutó. Seguramente sabía a ciencia cierta que frenaría. Yo no lo tenía tan claro. Tuve que bajarme del coche para serenar los nervios. Y apartar al burro, que seguía sin inmutarse.

La serenidad del burro ante el peligro se advierte con frecuencia, también en el medio de la carretera, en las vacas de Somiedo, en los jabalíes de Mieres y en los gochos de Teberga. Pero la dulzura de la mirada de la vaca, la ira que encierra la boca del jabalí y la dulzura del gochu atravesado en medio de la carretera, tienen poco que ver con la sernidad del burro. La vaca se aparta, el jabalí se espanta y el gochu te lanza un par de oiñ-oiñ de disculpas. Pero el burro sigue ahí, impertérrito, ni te mira, ni se espanta, ni pide disculpas. Si acaso, cuando lo apartas a fuerza de insistir y de afalalu con lo primero que pillas a mano, te da la espalda con la soberbia del quien lo hace con absoluta indiferencia.

No me atreví a volver por La Cobertoria. Todavía quedan sitios peores para probar. Bajé por Proaza a Santu Adrianu, subí por Les Xanes a Tenebréu y bajé por la parroquia de Puertu a La Ribera. Sólo llovía. La nieve no llegó la semana pasada tan abajo. No me crucé con un solo coche. Pero sí con un melandru –que, para los que desconocen la fauna autóctona, es un tejón- y con un un vecino de la zona de Llavares marcha atrás con un tractorín pequeño, pero lo suficientemente grande para atravesarse en la carretera. Nueva frenada. Marcha atrás. A la espera de unas cuantas maniobras y, por fin, sigo ruta.

Oscureciendo llego a Mieres. A buena hora como para ver Mochileros en TPA. Comentan que se ven pocos bichos saliendo de monte. Seguramente se debe a que les asustan las cámaras de televisión. Si saliesen simplemente en coche descubrirían un país diferente, en toda su grandeza salvaje. Salto a las noticias. Quito la voz. No hay nada como ver las noticias de la tele sin voz. Las imágenes valen más que las palabras. Sobre todo cuando quienes aparecen son nuestros diputados. Siguen queriendo formar gobierno. La cámara se detiene en un conocido político, de los que más suenan. Un momento que se hace eterno. Hace como que mira. Sin ver. Impertérrito. Con la serenidad del burro. No se inmuta. Lleva ahí toda la vida. Si nadie lo afala va a seguir estando mucho más tiempo.




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