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El reloj

2011 / 12 / 18 - La Nueva España

El reloj

Se cumplen cien años de la publicación del libro Los principios de la administración científica, de Frederick Winslow Taylor. Sé que a muchos no os sonará de nada. Ni siquiera a nuestros políticos y sindicalistas, que siguen al pie de la letra muchos de sus preceptos como si fuera Camino de Monseñor Escrivá de Balaguer o El Capital de Carlos Marx.

Os cuento. Taylor era un trabajador muy serio y preocupado por el rendimiento de trabajo de los demás. Así que, un día, responsable como era de recursos humanos, llevó un cronómetro a la planta de producción de la Midvale Steel de Filadelfia, donde trabajaba. En ese momento empezó su histórica serie de mediciones de la entrada y salida de los trabajadores y de cronometrar todas y cada una de sus actividades durante la jornada de trabajo. Con la aprobación de los propietarios de la fábrica, puso a distintos trabajadores a trabajar en las diferentes máquinas metalúrgicas para registrar cada uno de sus movimientos y el tiempo que echaban en ello. A partir de ahí, propuso dividir la tarea de cada obrero en una secuencia de pequeños pasos, ensayando fórmulas diferentes para aumentar la productividad.

El estricto régimen de trabajo de Taylor fue aplicado en todas las secciones de la Misvale, generando un impresionante aumento de la producción. Inmediatamente el “sistema”, como se llamó, fue adoptado por todas las grandes fábricas de la época. Acababa de nacer el capitalismo despiadado. Charles Chaplin le dedicó una película memorable. Pero sólo se rieron con ella los dueños de las fábricas. Los trabajadores se veían simplemente reflejados. Inmediatamente, tomaron buena nota de ello todas las grandes industrias del mundo. Y, en Europa, las teorías de Taylor adquirieron la categoría de filosofía cuando las aplicó Stalin en la Unión Soviética y Adolfo Hitler en Alemania. Todas las ideologías son la misma cuando se trata de acabar jodiendo al trabajador.

Los que trabajamos en HUNOSA nos acordamos de aquel señor que, con pinta de juez deportivo, se sentaba a nuestro lado durante una jornada entera de trabajo y nos cronometraba todas nuestras actividades. Como la época era distinta y como HUNOSA siempre fue otra cosa, la función del puntu del cronómetro daba muy pocos resultados. El día que nos acompañaba trabajábamos menos que nunca, lo que ya de por sí resultaba difícil. Y, a partir de sus anotaciones, cobrábamos después los destajos. Si Taylor levantara la cabeza no se imaginaría en la vida que se iba a encontrar con una empresa como HUNOSA. Y, el que dice HUNOSA, dice cualquier otra empresa en la que sus responsables, a estas alturas de la vida, siguen pensando que la productividad de un trabajador se mide en función de un reloj.




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