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Larga vida al rock and roll

2011 / 11 / 26 - El Comercio

Larga vida al rock and roll

El penúltimo grupo en subirse al escenario del Teatro Giovanni de Udin (Udine en italiano) fue Silent Woo Gore, representantes de la República Udmurtia. Todos los miembros del jurado nos habíamos preguntado en algún momento donde quedaba esa república. Según las bases, todos los participantes en el Liet International, festival de las lenguas minoritarias europeas recogidas en la carta del Consejo de Europa, pertenecíamos a algún país con lengua propia. Yo mismo participaba como jurado en representación de la lengua asturiana. El grupo que pocos minutos antes había representado a Asturies sobre el mismo escenario había sido Skama la Rede.

Entre los cuatro representantes udmurtios no solo no sumaban cien años sino que tengo miedo que no llegasen a sumar ochenta. Pero, a partir de los primeros acordes, la fuerza del rock and roll más elemental llenó el escenario. Con una simplicidad aplastante. Con la fuerza de quien tiene la sensación de que con ello va a cambiar el mundo. Pocos sabríamos de dónde venían, pero inmediatamente supimos que compartíamos el mismo lenguaje musical.

Aunque los viejos rockeros lo pensaran, los Beatles no fueron ninguna clase de producto creado ex profeso por la casa discográfica EMI para convertir en consumidores a los jóvenes económicamente pudientes de los primeros años sesenta. Los Beatles de entonces, como ahora los Silent Woo Gore, soñaban y sueñan con colarse por la puerta de atrás.

El rock hace muchos años que ha dejado de ser un producto norteamericano. O por lo menos angloamericano. No obstante entendiendo que su impacto global no hubiese sido el mismo sin estar detrás una potencia económica, política y cultural como los Estados Unidos de América. Pero, el simple hecho de haberse colado por la misma puerta de atrás de siempre en países alejados del sistema capitalista y en modelos de sociedades que nada han tenido que ver con el american way of life, demuestra que su estructura rítmica es válida para todo tipo de sociedades, toda suerte de melodías y, lo que es más importante, toda clase de lenguas.

Como miembro del jurado tenía en mis manos mientras los escuchaba la letra de su canción en lengua udmurtia traducida también al inglés. A nadie importaba gran cosa la letra. A nosotros sí, por el simple hecho de contar con un apartado en la valoración final de cada grupo y canción. No decía nada que no hubiesen dicho antes miles de canciones. Cosas como “ven con nosotros” y “dancemos juntos”. Como tantos otros estribillos. En este caso, como en tantos del género, repetido hasta el cansancio.

No todas las actuaciones tuvieron una lectura desde el rock. Es posible que una de ellas, la irlandesa, fuera más fiel a sus propias tradiciones. Tamizada por los dulces arreglos del pop, El resto de la noche desfilaron ante nuestros ojos todos los colores del rock. Muchos de los sonidos posibles de este género a los que solo distinguía la lengua empleada en cada caso. De manera que, olvidándote de la lengua, te quedaba la estructura de un lenguaje que hace mucho es universal. A pesar de ser un festival competitivo la gente fue a pasárselo bien. Los de Skama la Rede disfrutaron sobre el escenario. Se notaba que lo estaban pasando bien. Se lo hicieron notar a todos los presentes. En el premio de la votación del público rozaron la victoria. Se notó que su directo -festivo, fuerte, elemental-, conecta de inmediato con la gente.

Al final, después de bastantes dosis de rock llegaron las baladas y una de ellas se alzó con el triunfo final. La estructura más simple sobre el escenario: una voz y un piano. La representante de Frisia, la joven Janna Eijer. Arrancó visiblemente nerviosa, pero en breve se fue haciendo con la canción y con la tranquilidad que da el hecho de sentirse cómoda. Acabó, como en boxeo, ganando a los puntos.

La organización del Liet funcionó al milímetro. Un directo de dos grupos sobre un escenario es complejo. Lo resolvieron en apenas dos horas. Incluida la votación del público y del jurado. El próximo año tendría que organizarse en Xixón. Ese es el acuerdo previo y ese era uno de los puntos de la orden del día de la reunión del día anterior entre los representantes de las delegaciones de los diferentes países. La experiencia udinesa resultó lo suficientemente buena como para dar ánimos a la candidatura xixonesa a llevar adelante el proyecto.




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