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1808 en El Llagarón

2008 / 05 / 24 - El Comercio

1808 en El Llagarón

En la mañana del 5 de mayo de 1808 los vecinos de La Villa de Mieres del Camín se encuentran en el correo con noticias que sus amigos y familiares les envían relatándoles los sucesos de los días anteriores en Madrid y la represión que a ellos se sucede por parte de las tropas francesas. Desde ese momento el patio de El Llagarón de La Villa se convierte en el punto de encuentro del descontento popular y el lugar en que en la mañana del 24 de mayo se hará el llamamiento de armas.

A primera hora de la tarde llegan estas noticias a Gijón. También las recibe el cónsul francés, Mr Michel Lagonier, que sale al balcón de su casa frente a Correos, en la calle Corrida, y lanza pasquines de una carta firmada por un supuesto capitán retirado que pinta con vivos colores la lamentable situación de España, la incapacidad de sus habitantes para contrarrestar el poder del Emperador Napoleón, lo felices que serían los españoles mudando de dinastía, la corrupción del Palacio Real y la ineptitud de Carlos IV y del Príncipe de Asturias, ahora Fernando VII, que acababa de subir al trono.

Se encontraban en las inmediaciones de la casa D Luis Menéndez, oficial del Real Cuerpo de Artillería, D José Cienfuegos, Director del Instituto Asturiano y D Victoriano García Sala, Oficial de la Marina del Rey. Recogen del suelo ejemplares del pasquín y manifiestan en sus semblantes el desagrado por su contenido y, para dejar constancia de ello, los rompen esparciendo sus pedazos por el suelo y pisándolo de manera ostensible.

La noticia corre por Xixón y se forman corrillos de gente indignada. Enterado Mr Lagonier, se retira con dos franceses que lo acompañan, cerrando las puertas y balcones del edificio para evitar las consecuencias de su osadía.

Se difunde la noticia, se amotina la gente y se encaminan al lugar del suceso. La muchedumbre carga de piedras sus gorros y las lanzan contra los balcones de la casa rompiendo los cristales.

Sale de la casa por la puerta trasera uno de los compañeros de Mr Lagonier a refugiarse bajo el pabellón de su nación en un buque anclado en la dársena. De camino se encuentra con D Victoriano García y henchido de orgullo y altanería, a pesar de lo crítico del momento, le pide una explicación. D Victoriano le contesta:

“Se ha hecho gran ofensa a los Reyes y a la Nación, ofensa que como buen español no puedo ni debo tolerar”.

Enterada la gente de este debate se irrita aún más si cabe y, reforzados con los tripulantes de doce cañoneros de marina, se encaminan a la casa de Lagonier. Se une más y más gente y se disponen a romper las puertas para apoderarse de su persona.

Se difunde por toda Asturias y por Uviéu la noticia del levantamiento de Xixón y prende entre sus habitantes la chispa de la revolución. Cuando llegan a la capital las órdenes del general Murat para que fuesen arcabuceados todos los presos que participasen en la sublevación, que se procediese al desarme de sus habitantes, que se fusilase allí mismo a todo al que se le encontrase un arma encima, que la fusilería deshiciese toda reunión de más de ocho personas, que se quemase el lugar donde un francés hubiese sido asesinado... y que también se arcabucease como agentes de Inglaterra a los autores, vendedores y distribuidores de panfletos llamando a la sedición.

Los acontecimientos se aceleran a lo largo del mes y, ante la presión popular, la noche del 24 y 25 de mayo la Xunta Xeneral del Principáu d’Asturies se declara Soberana, ordena la sublevación del país, declara la guerra al Emperador Napoleón, decide enviar emisarios al rey de la Gran Bretaña para establecer una alianza y sienta las bases para organizar el Ejército Asturiano, integrado por veinte mil hombres.

Al mediodía del 25 llega a La Villa de Mieres, procedente de Castilla, a comer el primer rancho, el Escuadrón de Carabineros Reales, al mando del comandante D Manuel Ladrón de Guevara, quien desconoce el estado de alarma en que se encuentra Asturies, pero que comienza a sospechar por lo que observa mientras se encuentra comiendo en el patio de El Llagarón con sus oficiales.

En medio de la comida, armado con fusil y pistolas, un vecino de La Villa de nombre D Fernando Cosío, le dijo de frente:

“¡Asturies se ha sublevado!”

Por la tarde, caminando hacia Uviéu, a la altura de El Padrún, el Escuadrón se encuentra con gentes organizadas de los pueblos de Baiña y Lloreo capitaneadas por D Juan Valdés, que les da de nuevo a entender el sentir general del pueblo con gritos de “¡mueran los franceses y los satélites de Napoleón!”. Al final de la tarde las tropas del Escuadrón entran en la capital y se adhieren al levantamiento.

La noche del 25 de mayo los vecinos de La Villa celebraron en el patio de El Llagarón, hasta bien entrada la madrugada, la decisión tomada por la Xunta Xeneral.

La Villa, uno de los barrios originarios del Mieres del Camín actual, sigue existiendo, cada día más y más constreñido entre las modernas construcciones que poco a poco van acabando con su fisonomía. Como también sigue existiendo y funcionando El Llagarón, doscientos años más tarde.

Desconocemos desde cuantos años antes vendría funcionando, pero al menos desde hace doscientos años para acá los vecinos de La Villa de Mieres del Camín y de cuantos sitios se acercan, levantamos la copa en estas fechas en memoria de aquellos asturianos que creyeron en sí mismos.




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