Los fulmontis
2011 / 11 / 24 - La Nueva España
Todavía me dio tiempo a llegar para las celebraciones de la caída de Berlusconi y, de regreso, también me dio tiempo para las de Zapatero. El caso es siempre celebrar algo. En Italia lo hacen con la coña típica de italiano. La serie de moda en televisión es Walking Dead, los Muertos Andantes, un mundo lleno de zombis que persiguen a los pocos vivos. La versión italiana eran los Berluscon Dead, un grupo de políticos y velinas que, a cámara lenta, descienden como zombis por las escalinatas de sus edificios públicos. El nuevo presidente tampoco se libra de bromas. Se lo pone fácil a los italianos llamándose Mario Monti. Los miles de italianos en paro son ahora los fulmontis, nombre derivado de aquella película de Peter Cattaneo que luchó por los Oscar de Hollywood el mismo año que se los dieron casi todos a Titanic. The Full Monty era aquella película en la que un grupo de ingleses en paro decidía ganarse la vida como strippers, bailando desnudos sobre un escenario.
Berlusconi les ha jugado así la última broma a los italianos: dejarles a un funcionario a cargo del gobierno. Algo impensable en España con la mala fama que tienen los funcionarios. Pero absolutamente aceptable en Italia donde todo italiano en un funcionario en potencia. Así, de la tomadura de pelo que fue nombrar a Mario Monti y a su equipo de ejecutivos, profesores y técnicos, la mayor parte de los italianos no se da por enterada. La misma broma que, si aquí en Mieres, para solucionar la crisis, hubiesen decidido ponerme a mi de alcalde sin presentarme a las elecciones. Lo que sería un sinsentido del que se habrían dado cuenta todos los mierenses. Bueno, a lo mejor no todos, porque también entre nuestros vecinos hay muchos italianos en potencia. Y digo italianos por emplear una metáfora fácilmente traducible al asturiano o al castellano por términos menos poéticos. Yo estuve en el norte donde los italianos son todos de fuera. Los pocos italianos de casa son los que quieren prosperar como funcionarios públicos. A pocos kilómetros de Austria y de Eslovenia. Donde de fin de semana es complicado encontrar una terraza que no esté llena, un restaurante que no esté al completo y una tienda que no esté hasta arriba. Y eso en momentos como éste donde no se habla de otra cosa que de crisis. Pero, la crisis, es como la gripe última que tuvimos: todos hablaron de ella y pocos la padecieron. Los que la padecieron llenaron los cementerios de sus países. Los que salieron de ella quedaron con secuelas de por vida. Seguimos, pues, con gripe. Aquí y en Italia. En Italia haciendo de todo, hasta de fulmontis, con tal de seguir en pie. Aunque se siga viendo la cara de Berlusconi riéndose de todo desde su isla del Mediterráneo, rodeado de los suyos. Y sobre todo, de las suyas. Y haciendo de las suyas: grabar un disco de canciones de amor. Que, vista desde el norte de Italia, son canciones de risa. O para llorar, según se mire.