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La soberbia asturiana

2011 / 12 / 01 - La Nueva España

La soberbia asturiana

Nuestros cabezas de lista siguen de broma. El último, Ovidio el del PP. Nada menos que pide un gesto de humildad al Foro para iniciar un acercamiento de posiciones. Suena a chiste. Esto sigue siendo Asturies. La palabra humildad es castellana y no tiene traducción posible al asturiano. Es como cuando te preguntan: ¿cómo se dice homerun en asturiano? Y tienes que decir lo evidente: en Asturies no existe tradición ninguna de beisbol por lo tanto nunca se dio la posibilidad de que hubiese una palabra asturiana para designar que la bola sale por encime del límite del fondo. Es lo mismo que ocurre aquí con esa virtud denominada humildad que consiste en el conocimiento de las propias limitaciones y debilidades. Un virtud que no se corresponde en nada con nuestra forma de ser. Nosotros tenemos palabras asgaya en asturiano para designar todo lo contrario: ser grandón, ser babayu, ser fatu, tar enchipáu, ponese farrucu… pero ninguna para designar esa cosa rara que llamó humildad la iglesia católica y que aquí no caló como virtud.

En la primera parte de la Divina Comedia el poeta italiano Dante Aligheri narra el descenso al Infierno. Para nosotros siempre fue un libro malo porque nunca entendimos que Dante encontrará el infierno lleno de soberbios, orgullosos, arrogantes y vanos. O, lo que es lo mismo, lleno de asturianos. Aunque vayamos todos al infierno tampoco es un pecado tan grave. Es nuestro carácter. Al mismísimo Papa le encanta. Acaba de ensalzar el carácter de los asturianos tras escuchar a la OSPA. Suena extraño, pero es así. El mismo Papa que está en contra del uso del preservativo ensalza lo grandonos que somos, lo babayos y lo soberbios. Ya lo dejó dicho Lope de Vega: “Asturiano, loco, vano y mal cristiano”. No cambiaron mucho las cosas. El Papa prefiere perdonarnos la vanidad ahora que le hacemos la pelota y nos hacemos pasar por buenos cristianos llevándole a tocar la OSPA que está llena de evangélicos americanos, ortodoxos rusos, algún que otro judío y asturianos pagados de sí mismos.

Un cura de Xixón lanzaba desde el púlpito un sermón lo suficientemente claro para que sus escasos feligreses de Xixón pudieran entenderlo: ¡Humildad, hijos míos, humildad! Aprended de Nuestro Señor Jesucristo que nació en Belén pudiendo haber nacido en Xixón. Que es más o menos como aquel chiste viejo que se contaba cuando la guerra civil: ¿Cómo se sabe que un espía es asturiano? Porque lleva un letrero en la espalda que dice: soy el mejor espía del mundo. O, lo que es lo mismo: cuando los asturianos tienen complejo de inferioridad, se sienten como el resto de los mortales. O también: Villa es uno de los mejores jugadores de fútbol del mundo… y, en Asturies, sólo uno de los mejores. Pero, así somos y estamos encantados de nosotros mismos.




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