El maestro Velasco
2011 / 08 / 30 - El Comercio
Por no ser esperada, la noticia de la muerte de Alberto Fernández Velasco nos sobrecogió a todos cuantos los conocíamos. A muchos porque conocían su trabajo relacionado con la afinación de la gaita. A otros, además, porque lo conocíamos como persona y con su muerte entendíamos que desaparecía un amigo, además de la figura más significativa de la música asturiana de los últimos años. Alguien sin el que hubiera sido imposible el boom de la gaita asturiana, como también la moderna historia del folk, el relevo generacional de la canción asturiana y el enorme éxito de las bandas de gaita.
Pero, más allá de todo ello, quiero quedarme en este momento con su talla humana, su sonrisa cuando relataba una anécdota, su ironía cuando refería un hecho propicio y, sobre todo, su agudeza a la hora de construir una crítica. Siempre había temas de los que hablar con él, con su casa de Santuriu siempre abierta a todos cuantos queríamos disfrutar de una buena sidra, una tarde guapa viendo Xixón al fondo y una música de gaita. Más que un amigo fue un maestro, en el sentido que tuvo siempre este término para los clásicos: alguien de quien estar siempre aprendiendo.
Asturies nunca ha sido propicia a reconocer el trabajo de sus grandes hombres. La de Alberto Velasco perdurará no sólo en cuantos le conocíamos sino que quedará para siempre ligada a la historia de los años más prolíficos de nuestra música. Las gaitas de Velasco serán, para siempre, nuestras gaitas. Las que mejor suenan. Las que mejor seguirán sonando. Las que más respetaremos. Las verdaderas obras de arte.