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La gaita bien temperada

2011 / 09 / 03 - El Comercio

La gaita bien temperada

La noticia se extendió a través de las redes sociales en la mañana del pasado lunes. No se trataba, seguramente, de un personaje conocido para el público en general. Pero, dentro del ámbito de la música asturiana, no solo su conocimiento sino también su reconocimiento eran enormes. El hecho es fácil de entender: estamos hablando de uno de las personas más influyentes del panorama musical de los últimos años.

Regresemos algo más de treinta años atrás. A primeros de los años ochenta. Estamos en la fiesta de San Mateo en Uviéu. El mercado está rebosante de público. Sobre el escenario cantan algunas de las principales voces de la canción asturiana del momento. Los acompañan algunos de los gaiteros, ya veteranos, de la época. Cuando para la música del escenario, sigue sonando a través de los altavoces. Canciones del disco “Pasín a pasu” de Carlos Rubiera, de los “Cancios d’un país” de Nuberu, de la “Fiesta en la aldea” de Vicente Díaz, de “Viva la gaita” de Silvino Fernández Fueyo, de “A las madres de los mineros” de Diamantina Rodríguez y de “Alborá” de Manolo Quirós.

Este último era el gaitero joven más reputado del momento. Por sus acompañamientos a Nuberu y por su trabajo personal, acercando la gaita a los ritmos del pop. Pero, el comentario generalizado, era que la gaita asturiana poco a poco iba muriendo en manos de una generación de gaiteros mayores. Una generación magnífica en la que seguían brillando con luz propia Remis Ovalle, el citado Silvino Fueyo, Eduardo’l de Sabina, Chema Castañón, Clemente’l d’Ibias, el Gaiteru Veriña y tantos otros. Faltaban elementos que dieran pie a poder hablar de un posible relevo generacional.

En la fiesta de San Matéu tenía un puesto de venta de gaitas el artesano luthier Alberto Fernández Velasco. Hasta él se acercó un joven gaitero y probó una de ella, sorprendiéndose de lo bien temperada que estaba. Se lo hizo notar al constructor. Entre ellos se estableció inmediatamente una buena relación. Este joven gaitero se llamaba Xuacu Amieva. Las relaciones que establecieron fueron tan buenas como para pasar a ser al poco el maestro gaitero del hijo del artesano, Berto Varillas.

La afinación de la gaita asturiana, su temperación, marcó un punto y aparte en el mundo de la gaita asturiana. Claro que hasta entonces había ejemplos de gaitas muy bien afinadas. Pero eran sin duda la excepción. A partir de las gaitas de Velasco este hecho pasó a ser cotidiano.

Alberto Velasco contaba que unos años antes había escuchado por la radio al director de la Orquesta Sinfónica de Asturias, Benito Lauret, hacer un comentario despectivo sobre la gaita asturiana. Algo así como que la gaita no daba notas, sino pitidos. Un hecho que era tan falso entonces como ahora. Entonces por la impresionante maestría de instrumentistas como Remis o Veriña. Ahora, por el paso de gigante que dio en tan pocos años el instrumento y que llevó en pocos años a lo que conoció como el boom de la gaita asturiana.

Como luthier llevaba años probando nuevos modelos a partir del estudio de los modelos de Arroes, el Cogollu, Solares, Fresnu, Manolín de la Carrera, José la Piedra, el Gaiteru Margolles… y a partir de ellos surgen sus modelos temperados de las tradicionales redonda, grillera y tumbal, en Re, Do sostenido, Do, Si y Si bemol. Una historia que apenas tiene, como decía, treinta años, pero que es sin duda una de las más relevantes para entender la música ligada a la tradición en el presente.




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