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El blues según Juan Uría Maqua

2011 / 06 / 25 - El Comercio

El blues según Juan Uría Maqua

Como todos los veranos, llegábamos a Teberga cargados de discos. Inaugurábamos década. Era 1980. Me resulta fácil de recordar. Al año siguiente estaba en Écija. Ya no volví a pasar ningún otro verano en Teberga. La música que llevábamos nos ayudaba a marcar nuestro territorio. Los primos más pequeños, por la necesidad de hacerse notar algo más sobre el resto, la ponían a mayor volumen. Los mayores, como yo, los mirábamos condescendientes. Fue el verano de “I will survive”, de Gloria Gaynor. Y de “Bad girls”, de Donna Summer. Y, como no, de “Do you think I’m sexy?”, de Rod Stewart. Como también, en las fiestas de Santiago y de la Madalena, del “Gloria”, de Umberto Tozzi, y de “Una historia”, de Triana, en las versiones de las orquestas de pachanga. Orquestas que tenían su número fuerte cuando llegaba lo lento y lo abrían con “El amor de mi vida”, de Camilo Sexto.

Pero, más allá de los grandes éxitos, para los mayores fue el año del disco “Live” de Muddy Waters. Difícil de entender para los más pequeños y, por ello, el que marcaba perfectamente nuestro territorio. Al lado de otro que pertenecía a la primera compañía discográfica asturiana y que se titulaba “Vaqueiras y otras canciones asturianas”, de Juan Uría Maqua. Mucho más difícil de entender por aquellos, pero al que mi abuela y mi madre adoraban. Para nosotros, tanto Muddy Waters como Juan Uría representaban lo mejor del blues. Esa música triste que toca directamente el alma de quien la escucha. Y de quien la canta.

Es en este contexto que quiero que se entienda la importancia de un disco como éste de “Vaqueiras y otras canciones asturianas”. Algo que rompía con toda la música asturiana que escuchábamos en aquellos años. Ago que podíamos sentir al lado de Muddy Waters.

Insisto en el hecho de que estábamos en 1980. La discografía asturiana moderna era mínima: las “Coples de carnaval” y “Terrentemplete morrióte un xatu”, de Jerónimo Granda; “Esparabanes”, de Julio Ramos; el gran éxito de Nuberu con su “Asturies, ayeri y güei”; “Ritos al árbol, al agua y al fuego en Llanes”, del Cuarteto Cea; “A la Virxen de Covadonga” de Diagmina Noval y Alfredo Canga; para los que, como yo, pasábamos el resto del año en Mieres, las “Habaneras y canciones asturianas”, del Ochote La Unión; y, por encima de todos en cuanto a número de ventas, “Soy un corazón tendido al sol”, de Víctor Manuel.

Teniendo esos discos en casa no tenías toda la música asturiana del momento, pero tenías sin duda más del cincuenta por ciento. Muchos de ellos siguen siendo discos de referencia en sus campos. Pero, entre todos ellos, aquellas vaqueiradas y, también, aquellas tonadas asturianas de Juan Uría Maqua significaron un soplo de aire fresco. En buena medida, un soplo de aire nuevo.

Con los años la música asturiana fue cambiando. Surgió una nueva generación de cantautores, de formas de entender el folk, de intérpretes de lírica tradicional y de una nueva e impresionante generación de cantadores de tonada. En relación con mis trabajos sobre la música asturiana mantuve relación con ellos y con su música. Y, una vez tras otra, en la memoria musical de buena parte de ellos volvía a aparecerse una y otra vez aquella “Vaqueiras y otras canciones asturianas” del maestro Juan Uría Maqua, de quien todos tenían algo que contar.

La importancia de los años setenta es grande para entender la evolución posterior de la música asturiana. Son unos años clave en la historia de la música de todos los rincones del mundo. El rock y el pop dominan la escena comercial. Pero, por encima de los sonidos más comerciales, otra manera de ver y entender la música propia fue abriéndose camino. Para una comunidad tan pequeña y económicamente tan débil como la nuestra, estos cambios fueron lentos. Pero su huella puede rastrearse hoy en día.

Así, en función de su poso a través de los años, hay cinco disco irrepetibles editados aquellos años: “Folk asturiano”, del grupo Madreselva; “El Cancionero de Torner”, de Diamantina Rodríguez”; y los ya citados “Asturies, ayeri y güei”, de Nuberu, “Ritos al árbol, al agua y al fuego en Llanes”, del Cuarteto Cea, y el que me ocupa principalmente en este artículo, “Vaqueiras y otras canciones asturianas”, de Juan Uría Maqua.

Mientras escribo este artículo tengo de música de fondo la moderna y ampliada edición en CD editada por el Archivu de la Música Tradicional del Muséu del Pueblu d’Asturies, que une a varias generaciones de los Uría: los cuadros de José Uría Uría, el magisterio de Juan Uría Ríu (que muere el mismo año de la primera edición de este trabajo), la voz de Juan Uría Maqua y los comentarios del libreto de Fidela Uría Líbano.

Guardo, no obstante, la vieja edición y conservo en uso el tocadiscos. Hay muchos otros discos que no han tenido la suerte de haber vuelto a ser editados. Con ellos se ha escrito la historia de nuestra música. Como la del blues. Triste. En esta semana en que no ha llegado la noticia de la muerte de Juan Uría Maqua. De quien nos queda, entre otras muchas cosas, la memoria de su voz.




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