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La voz que arrasa

2011 / 05 / 28 - El Comercio

La voz que arrasa

Es una de las voces clave de la llamada Generación XXI de la canción asturiana, un buen número de voces que representa el gran salto que dio este género a lo largo de la primera década de este siglo. Cantantes que nunca dejaron de reinterpretar los grandes temas de la tonada tradicional, pero que fueron también capaces de hacer algo más y, sobre todo, de propiciar con su edad la imagen positiva de la existencia de un cambio generacional y, con ello, de una posibilidad de futuro.

Celestino Rozada acaba de cumplir 39 años. Nacido en Porrúa (Llanes), dio sus primeros pasos en 1998 en el Concurso y Muestra de Folclore “Ciudá d’Uviéu”, en un año en el que también participó en otros concursos, como los de L’Entregu, La Nueva y Amieva. Ocho años más tarde sería este último el primer concurso que ganaría. Por el medio habían quedado unos cuantos años en Alemania, 1998-2004, por razones de trabajo.

Su primer trabajo discográfico llegó en 2007, bajo el título Cantares dende la mayada, que presentó en su momento en el Museo Etnográfico del Oriente de Asturies. Su trabajo de pastor en La Mañanga, donde templaba su voz, queda reflejado en una buena colección de tonadas que hablaban por sí solas del buen momento por el que empezaba a atravesar el cantante llanisco.

Desde su regreso ha ganado muchos concursos, pero el hecho de ser el vencedor de las cinco últimas ediciones del concurso de la capital asturiana lo convierten en la voz masculina más representativa del momento. En 2008, cuando gana en Xixón el concurso patrocinado por el diario EL COMERCIO, su nombre se une al de las principales voces jóvenes del momento. Hasta él, todas las anteriores habían sido voces de mujer: Mariluz Cristobal –como madre de la generación, pero también imbuidora de su espíritu transformador-, Anabel Santiago, Liliana Castañón, Lorena Corripio, María Sánchez, Bibiana Sánchez… y, estos últimos años también, la más joven y también gran voz de estos últimos años, Marisa Valle Roso.

En 2009 la edición de Al pie del Cuera fue celebrada como el mejor disco del año en canción asturiana y como tal recibió el Premio de la Crítica de RPA. Tonadas como la que da título al disco pasaron a formar parte de su repertorio habitual. Una tonada que, con letra y música de Nacho Fonseca, volvió a grabar en el trabajo publicado el pasado año, Los xatiquinos.

Sus éxitos discográficos y en concursos se corresponden con un calendario de conciertos que para sí quisieran grandes estrellas del pop, pasando del centenar a lo largo del año. En unas declaraciones recogidas por este diario el año pasado con motivo de la edición del último disco, comentaba que sólo a lo largo del verano tenía apalabradas alrededor de cincuenta actuaciones y que, hasta el otoño, pretendía completar una veinte más.

En Al pie del Cuera ya apuntaba su afición al repertorio de riesgo de la canción asturiana, esas tonadas que por su dificultad es necesario apostar con valentía cuando uno se enfrenta a ellas sobre un escenario. Allí pueden gozarse piezas como “L’aire m’apagó la vela”, “Playina la de Xixón”, “La mio neña” o “Toca la gaita gaiteru”. Grandes piezas que arrancan con una magnífica versión de “De lo más alto del Cuera”, con la que abre el disco.

Después, en Los xatiquinos, volvió a apostar por ese repertorio. Todos los temas son impresionantes; “Carromateros”, “Puente de Ribadesella”, “Hai una llinia trazada” o “Vite baxar per el monte”. Y, como no, otra de la que integran su serie particular de preferidas, “La carretera’l Pedrosu”.

Con Celestino Rozada el oriente de Asturies hace de cabeza de lanza de una generación que, a partir en buena medida de la escuela de canción asturiana de Suarías, va a dar mucho que hablar en los próximos años. Una generación jovencísima en la que empiezan a destacar voces cántabras que siguen la estela de un campeón como Sergio Agüeros.

Su ímpetu a la hora de salir el escenario y a la hora de arrancar valientemente con ese repertorio de riesgo, hace que se le conozca también por el sobrenombre de El Xabaril de Porrúa. Un buen apodo para representar su fuerza, su entrega, su valentía y, tantas veces, en medio de la soledad del escenario vacío, con el patio de butacas lleno y todas las luces dirigidas hacia él, su temeridad: el saber que la gloria sólo es de los que se arriesgan.




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