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El otro Mieres

2011 / 07 / 12 - La Nueva España

El otro Mieres

Estoy en Mieres. Nada fuera de lo normal. Pero se trata de un Mieres diferente. Aunque pueda parecer el mismo. Se trata de un pueblo que ha crecido a lo largo de un camino. Con una especie de villa de arriba y otra villa de abajo. Con un censo actual de 269 votantes. Habitantes no llegan a 300. Votaron 216 en las últimas elecciones. El 80,30 %. Uno de los mayores porcentajes de España. El mayor de su comunidad.

A la entrada del pueblo hay un bar con terraza. Ahí estoy. Nada fuera de lo normal. Se superan los 30 grados. No es siquiera mediodía. El río, bastante seco, pasa a menos de veinte metros. El verde es impresionante. La humedad, también. La sensación de calor, por ello, es mayor. Dios bendiga las terrazas, las sombrillas y las cervezas heladas. Me entero por el periódico que Rubalcaba tiene programa de gobierno. Por más que miro, de Asturies no sale nada. En los últimos siete días que llevo por aquí no salió nada. Y hecho tiempo suficiente de terraza, de sombrilla y de cerveza como para darme tiempo a leer tres periódicos. Y me enteré por ellos de lo de Extremadura, de que el de Galicia dice que no va a ser ministro de Rajoy porque él se debe a Galicia y de que el de Melilla no quiere que voten los musulmanes porque son agentes de un gobierno que quiere anexionarlos. Entre otras muchas cosas. Sobre todo del Tour. Menos de Asturies supe cosas hasta de Teruel. Y eso que no existe.

La dueña del chigre habla con el repartidor. Tiene el acento típico de Mieres. Nada fuera de lo normal. Bueno, sí: la e final la hacen muy abierta. A nuestro oído suena que dicen Mieras. Que es, como si se dijese, un Mieres en fino. Un Mieres que me recuerda al nuestro, cuando el barrio de La Villa aún era el barrio de La Villa y no esa cosa en que lo acabaron convirtiendo los sucesivos concejales de urbanismo que fuimos sufriendo. Un Mieres que recuerda al barrio de Oñón, antes de que lo convirtieran en un solar para no hacer nada en él Corporación tras Corporación. Un Mieres que aún conserva sus señas de identidad como pueblo, por muchos concejales de urbanismo que hayan tenido y muchos alcaldes que hayan pasado. Sin dejar por ello de ser una villa moderna con sus terrazas, sombrillas y cervezas, su paseo del colesterol al lado del río, sus aparcamientos a la entrada y a la salida, sus tiendas, su farmacia, su centro de salud y su casa de cultura.

De los 216 que votaron, 141 lo hicieron a un partido y 65 a otro. El alcalde es nuevo, a estrenar. Nada fuera de lo normal. Como lo demás. Acaban de celebrar las fiestas de Sant Joan. También danzan en corro, cogidos de las manos. Y también tienen en su escudo las llaves de San Pedro. Las que dan acceso al paraíso. Del que unos están más cerca que otros.




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