Centenario del alma asturiana
2011 / 03 / 12 - El Comercio
Asturianadas como “Tengo de subir al puertu” o “La praviana” se escuchan en todos los concursos de canción asturiana que se celebran en la actualidad. No sólo una, sino varias veces. Es raro el cantante que no las tiene en su repertorio habitual. Por más que, luego, a la hora de enfrentarse al escenario, cada uno cuenta con una serie bastante restringida con la que se encuentra a gusto y con la que sabe que puede dar el tope de sus condiciones vocales.
Este género, la asturianada o tonada asturianada, es capaz de mover todas las semanas a cientos de espectadores por los diferentes escenarios donde se llevan a cabo concursos. En el presente, coinciden en el tiempo los de la Cuenca del Caudal, el Ciudá d’Uviéu, el de La Nueva de Llangréu y el de L’Entregu. A los que deben de sumarse los conciertos, muestras, homenajes y actuaciones de todo tipo en las que participan sus intérpretes. Junto con los miles de espectadores que domingo tras de domingo se suman cada domingo a las televisiones y radios que los retransmiten.
Las tonadas citadas, que todos los aficionados habrán vuelto a sentir esta misma semana en más de una versión, forman parte del repertorio que podríamos llamar tradicional. Muchas de las voces clásicas los tienen grabados y muchas de las voces actuales defienden una u otra versión.
Vistas desde fuera, ambas canciones resultan extrañas para ser, lo que se dice estrictamente, tradicionales. Necesitan, para interpretarse, de una voz soberbia. Se mueven sobre un registro amplio, poco habitual al restringido sobre el que se mueve la música más popular. Y, bastantes veces, en las versiones antiguas de las que existen grabación, se encuentran grabadas con acompañamiento de piano. Hasta cuando lo hacen las voces más clásicas del repertorio tradicional, como La Busdonga o El Maragatu.
Esta supuesta extrañeza deja de serlo cuando revisamos los cancioneros de finales del siglo XIX y primeros del XX. Estas obras de final del romanticismo forman parte directamente del llamado nacionalismo musical. La mayor parte de las asturianadas que se cantaron entonces y que siguen interpretándose en el presente, nacieron en aquel momento. El movimiento del romanticismo, común atoda Europa, acabó echando mano de las melodías tradicionales y dando origen al nacionalismo musical. En España sus mayores exponentes fueron Isaac Albéniz y Manuel de Falla. En Asturias, los compositores Fidel Maya, Franscisco Rodríguez Lavandera, Victor Sáenz, Manuel del Fresno y Baldomero Fernández.
La canción asturiana, de la mano de aquellos compositores clásicos y en la voz de los grandes cantadores de la época (además de los citados, Xuacu’l de Sama, Quin el Pescador y los Cuatro Ases, Cuchichi, Botón, Miranda y Claverol), acabó convirtiéndose en el género por excelencia de la música asturiana. En aquel momento, a ese nuevo género que hundía sus raíces en la tonada tradicional y se dejaba influenciar por los compositores clásicos del tiempo, se le empezó a llamar asturianada, el nombre por el que hoy se le sigue conociendo.
Este año 2011 se cumplen 100 años de la publicación del cancionero Álbum Alma Asturiana, de los compositores Maya y Lavandera, con 90 canhtares asturianos armonizados para voz y piano, que tuvo un enorme éxito y del que llegaron a publicarse, al menos, una decena de ediciones. La importancia de este cancionero para la canción asturiana se advierte cuando se comprueba que en él se encuentran versiones de asturianadas tan conocidas como las citadas y “La portillera, María”, “Pasé la puente de fierro”, “Caminito d’Avilés”, “Soi de Llangréu”, “Baxaben cuatro ayeranos”, “La cabraliega”, “Si quieres que te cortexe”, “A la Pipiona”, “Dime xilguerín parleru”, “A la mar vanse los ríos” y tantas otras.
La moda de la armonización de cantares asturianos para voz y piano surge a finales del siglo XIX con el cancionero Todo por Asturias, de Rufino Nuevo y Miranda, publciado en 1885. Y se continuó con el Primer Pot-pourri de Cantos asturianos, de Víctor Sáenz, al que siguieron al menos otros dos más de este mismo autor. En ellos aparecieron las primeras armonizaciones de tonadas asturianas, un hecho que se continuó en los cancioneros 100 cantos populares asturianos, de José Hurtado, publicado en 1890, en la Rapsodia asturiana, de Alselmo González del Valle, y tras el citado Álbum Alma Asturiana, las Canciones asturianas, de Baldomero Fernández, y las Canciones populares de Asturias, de Manuel del Fresno.
La asturianada quedó, así, contituida como un género híbrido, tradicional y culto, que permitió crear una larga serie de canciones que hoy se consideran clásicas. No es de dxtrañar que cien años más tarde sigan interpretándose y gustando tanto como el primer día. Acabaron formando parte del alma asturiana.