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El centenario de todo

2011 / 04 / 02 - El Comercio

El centenario de todo

Hasta finales del siglo XIX la música popular de cada rincón del mundo no tenía mayor ámbito de difusión, desarrollo y conocimiento que el de la propia comunidad que la creaba.

Situémonos en Asturies. El ramo de la Virxen del Cébranu se lleva cantando toda la vida. Atendiendo a su línea melódica y a su carácter, desde tiempos inmemoriales. Pero siempre el mismo día, el 15 de agosto, el día de la virgen de agosto. Y siempre en el mismo lugar: la pequeña explanada ante la iglesia, a las afueras del pueblo de Carrea, en el concejo de Teberga. Como me serviría de ejemplo la danza de La Soraxuana para la medianoche del Carmen en la plazoleta del barrio de La Villa, de Mieres del Camín.

Y esto que ocurría en Asturies era algo natural que se venía dando, con escasas variaciones, en toas partes del mundo. Hasta que, a finales del siglo XIX, en un escaso margen de tiempo de poco más de un cuarto de siglo, todo esto iba a cambiar. ¿?Cuál fue la causa? Algo muy simple: además del fenómeno de una mayor difusión de la prensa escrita, a finales de aquel siglo aparece el primer medio de reproducción, el cilindro de cera de Edison, poco tiempo después barrido del mapa por el gramófono y sus discos de pizarra. Un hecho éste que iba a continuarse a primeros del XX cola aparición del primer medio de difusión de masas, la radio.

A partir de aquel momento, determinadas músicas folklóricas del mundo –que vivían arrinconadas en su propio ámbito, donde eran conocidas poco más allá der sus intérpretes- se convierten en músicas universales, en músicas populares. Cuando Enrico Caruso graba sus napoletanas, Carlos Gardel sus tangos y el Gaiteru Llibardón sus tonadas, sus intérpretes se convierten en grandes estrellas y su música se convierte en una moda popular que se acaba escuchando en todos los rincones del mundo.

El tango probablemente haya sido una de las primeras músicas folklóricas coinvertida en universal. El espacio en el que había surgido era reducidísimo: apenas un par de barrios de Montevideo y Buenos Aires. Una música y un baile que había surgido del encuentro en el área del Río de La Plata entre los bailes de los negros esclavos y los ritmos que habían llevado hasta allí los emigrantes europeos, principalmente el vals, la habanera, el rtanguillo andaluz y la milongra criolla. Carlos Gardel, en poco más de diez años, se había convertido en una de las primeras grandes estrellas mediáticas internacionales de la música.

Como el tango, la napoletana era la manera propia de cantar de la ciudad de Nápoles, y en el estilo impostado de sus cantantes se considera qure se encuentra el origen del canto operístico. Pero, la napoletanas grabadas por Enrico Caruso en el año 1903 se convirtieron en el primer disco de oro de la historia de la música, el primer gran éxito a escala mundial.

Es de ese misma tiempo el éxito del fado, surgido a partir de las formas líricas tradicionales portuguesas influenciadas por los ritmos traídos por los emigrantes angoleños y brasileiros. Desde las tabernas del barrio lisboeta de Alfama, el fado se grabó en disco y se difundió a través de la radio, convirtiéndose en una seña de identidad de todo Portugal.

El ejemplo más cponocido para nosotros es el del flamenco, su enorme éxito y su difución internacional también surgen en ese momento, con el fenómeno de los cafés cantantes y de las primeras grabaciones en cilindros de cera. Hasta tal punto fue enorme el éxito de los cantantes de flamenco que uno de ellos, Antonio Pozo el Mochuelo, incorporó a su repertorio las primeras asturianadas de las que tenemos conocimiento al haber sido grabadas en cilindros de cera.

El explendor de la asturianada también pertenece a este momento. En este caso nació del encuentro entre los cantadores de la quintana –nombre con el que se conocía a las voces trtadicionales- y una serie de músicos cultos asturianos influenciados por el movimiento del romanticismo y del nacionalismo musical. Del trabajo entre ambos, entre los cantadores y los músicos, surgió el género más identificativo de la música asturiana del siglo XX, la que llamamos asturianada.

Las primeras grabaciones, del Gaiteru Llibardón, el Maragatu, Xuancu’l de Sama, la Busgonga, Quin el Pescador o los Cuatro Ases, se convirteron en verdaderos estándares del género. Su éxito fue tan enorme que aún hoy se siguen interpretando siguiendo de manera bastante fiel los modelos establecidos cien años atrás. Aquellas grabaciones y su difusión a través de la radio, transformaron el género hasta convertirlo en la música popular por excelencia de Asturies.




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