Montar un partido
2011 / 03 / 22 - La Nueva España
Este fin de semana, aburrido como estaba, me dio por crear un partido político. El tiempo está como para ello. Por las terrazas de la milla de oro se pasean los del PP oficial, el PP de toda la vida, mano a mano el candidato de siempre con el candidato de ahora. En la terraza del fondo se sienta el SOMA cuenquero apoyando a la candidata del PSOE. Y la candidata del PSOE, mientras tanto, chapurreando en francés de instituto de Turón con la figura más representativa del anarquismo francés y que llevaba puesta la chaqueta negra de Buenaventura Durruti, la misma con la que lo asesinaron a las puertas de Madrid. El candidato de IU, por su parte, recibe besos y abrazos a su paso por las cercanías. Mientras el número tres de su candidatura sopesa la idea de bajar al ayuntamiento todos los días andando desde Uxo, para ver si baja unos kilinos. El resto, tal que igual. Los del FAC buscando candidato y sopesando su peso en votos (en este sentido los gordos y gordas se creen con más futuro político que los delgados y delgadas). Los del PC, que ya el PC no les deja presentarse con la siglas del PC, buscando un PC paralelo con los pocos que quedan en ese o en cualquier PC. Y, como no, los que ya echaron de todos los partidos, atechándose bajo la franquicia que encuentren más a mano, del signo que sea.
Y, claro, como era viernes, me dije: voy a crear mi propio partido político. No es algo raro. Arturo García, párroco de Santa María de Bendones, acaba de hacer algo parecido. Él, para poder presentarse, tuvo que dejar los hábitos. Yo, la verdad, no tengo la más mínima intención de dejar mis hábitos. Así las cosas, el viernes comenté mi nueva decisión política a mis amigos. Como me conocen no me hicieron ni puñetero caso. Para eso están los amigos. El sábado, cuando volvimos a vernos, insistí con el tema para que vieran que mis convicciones políticas eran profundas. Es más, con sano propósito extorsionador, comencé a repartir cargos y prevendas con ellos. Pero, ellos, erre que erre, prefierieron hablar de lo que siempre hablan los amigos: de fútbol; hasta esa hora indeterminada de la noche en la que, con el cacharru en la mano, alguién empieza a hablar de la mili.
Al final quedé con ellos para el domingo para insistir un poco más en mi proyecto. Pero, entre que el domingo no amaneció bueno, que la resaca del día anterior a nuestra edad pesa, que el estómago tarda en asimilar el exceso de grasas de la cena… no hubo manera de juntarlos. A eso de las tantas de la noche uno de ellos me llamó para pedirme un teléfono. Aproveché para recordarle lo del partido. Y él lo hizo para decirme que, de seguir adelante con mi idea, él se apuntaba al sector crítico. Bueno, al menos yá somos dos afiliados.