Políticos, vino y empanada
2011 / 01 / 25 - La Nueva España
José I de Portugal fue un gran aficionado a los toros. Cuando iba a la plaza se pasaba la tarde inclinándose sobre el palco y partiéndose el pecho de risa. Un día le acompañaba en el palco el embajador francés y le sorprendió esta aptitud. Al verle tan contento y no entendiendo de qué se reía, le comentó:
-Veo que a Su Majestad le gustan mucho los toros…
-No, señor –le respondió el Rey-. Lo que me gusta es escupir sobre los ministros que están en el palco de abajo.
Me dice, también, el amigo portugués que me cuenta esta historia:
-Ahora que somos una República, esto lo sigue haciendo el primer ministro.
Fin de semana de elecciones en Portugal. Todo cambia para que todo siga igual. Leo la prensa asturiana y apenas aparece reflejada la cita portuguesa con las urnas. Aquí tenemos bastante con los nuestros. Javier Fernández ejerciendo de presidente in péctore. Isabel Pérez de Espinosa saliendo en todas las fotos que puede con Rajoy, Fraga y Aznar. Izquierda Unida desaparecida en combate. Y, el resto, haciendo por abrirse un hueco: Juan Morales desde los carteles de la autopista; Xuan Xosé Sánchez intentando cada cuatro años decir que sigue ahí; Paco Cascos con su falange de aplaudidores de pueblo en pueblo; los cuatro del PC “de tola vida” quemando sus últimas naves.
Antes decíamos: “Menos mal que nos queda Portugal”. Ahora ya no nos queda ni eso. Subo de viernes a la Pola a presentar un vino. A menos un grado de temperatura en el polideportivo del colegio Jesús Neira. La etiqueta del vino, en bable. Si Jesús Neira se entera nos cierra el polideportivo. El vino, con el frío que hacía, de los que entra solo. Subo el sábado a El Carmen, al campeonato de empanaes y postres. Les empanaes, impresionantes. Los postres, de viciu. El domingo aprovecho para bajar temprano a la capital. Sigue siendo Uviéu. Si Tini Areces hubiese tenido oportunidad de otra legislatura la habría trasladado definitivamente a Xixón. Nosotros, con la autovía minera, saldríamos ganando. Vetusta, las mañanas de los domingos, es un páramo. Ahora, los hosteleros, gracias a la ley antitabaco, están aprendiendo de Mieres y poniendo terrazas. Ganando con ella doble clientela: la de los que no tenemos por qué aguantar el humo de nadie y la de los que nos gusta echar un pitín tranquilamente fuera.
La vida sigue. Con el poso del vino. Con el sabor de les empanaes. Con el regusto del postre. Con las mañanas de orbayu. Con los escupitajos de los políticos.