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La generación de Eduardo'l de Sabina

2010 / 12 / 18 - El Comercio

La generación de Eduardo'l de Sabina

En 1968 no sé si alguien nos sabría decir cuántos discos vendió Tom Jones de su Delilah. Los escaparates de las tiendas de discos de las ciudades y villas de Asturies se llenaron con sus portadas, mientras intentaban hacerse un hueco las portadas del Cállate niña, de los Pic Nic, el La, la, la, de Massiel, y el Mr. Robinson, de Simon & Garfunkel, junto a la banda sonora de la película El Graduado.

Y, a su lado, compartiendo aquel escaparte escenario de grandes éxitos de la música del mundo, aparecía también aquel año dos singles de un gaitero asturiano, Eduardo de Ribadesella. El volumen 1 con una pieza que se va a convertir en todo un bombazo del hit parade de los gaiteros y de los asturianos de la época, y que como tal ha llegado hasta nuestros días, El Machaquito.

Junto a esta pieza, verdadero símbolo del disco, aparecían la Jota Asturiana, el Pericote de Llanes y una Petenera. Piezas que se completarían con las del segundo volumen: la conocidas A la mar fui por naranjas y En Oviedo no me caso, al lado de una preciosa Alborada da Veiga y su particular versión de la Panderetera, que el compositor Juan Martínez Abades había dedicado a primeros de siglo a una famosa cupletista de época.

En aquellos años la música pop y la música asturiana competían en plano de igualdad. A las emisoras de radio llegaban los grandes éxitos internacionales, pero los programadores asturianos sabían perfectamente que a su público natural le encantaban también otras grandes estrellas del momento: los cantadores Diamantina Rodríguez, El Tordín, Ataulfo Lada Camblor, Silvino Argüelles; los gaiteros Remis Ovalle o Chema Castañón; o agrupaciones folklóricas como Sabugo Tente Firme.

Eduardo Martínez Ballesteros, nombrado en sus discos como Eduardo de Ribadesella o, como a él le gustaba presentarse, Eduardo’l de Sabina, nació en Sardéu en 1927. Gran amigo de José Remis Vega, el Gaiteru de Margolles, y de su hijo, José Remis Ovalle, Gaitero Mayor de España, aprendió de cuantos gaiteros pudo de su tiempo, pero siempre gozó del privilegio de contar con una gran musicalidad y de hacer personales cuantas piezas interpretaba, muchas de las cuales han llegado a nosotros a través de grabaciones en singles de los años sesenta y setenta, como los dos citados.Hace unos pocos años, el Archivu de la Música Tradicional del Muséu del Pueblu d’Asturies, de Xixón, dedicó un volumen en CD a recoger buena parte de estas obras, junto a un libreto con el análisis de su obra y una pequeña biografía.

Pocos días atrás, el Ayuntamiento de Ribeseya, junto a los compañeros y amigos del Gaiteru de Sardéu –como también se le conoce- y la Sociedad Etnográfica de Ribeseya, le hicieron un homenaje en el que, además del propio gaitero, estuvieron presentes algunas de las mejores voces del momento, junto a una buena representación de los gaiteros actuales.

El acto de homenaje se abrió con una pieza del citado gaitero, esta vez en las manos de Óscar Fernández; cerrándose el acto con el Machaquito, a la gaita de Pablo Carrera y el tambor de Estefanía Moro. Igualmente, al cierre, el alcalde del concejo entregó una placa al homenajeado y la presentadora, Sonia Fidalgo, leyó una carta muy emotiva de la periodista radiofónica Menchu del Valle, vecina suya de Sardéu.

A la generación de Eduardo’l de Sabina le tocó el duro tránsito de la música tradicional por un tiempo en el que los medios de comunicación de masas apostaron por el pop, que se convertía así en la banda sonora del fin de siglo XX. Con todo, de su experiencia llegaron a beber de primera mano los representantes de la generación del boom de la gaita asturiana, maestros del impresionante número de jovencísimos gaiteros que forman parte de las bandas de gaitas y estudian en las escuelas de música tradicional.




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