Entre el flamenco y la asturianada
2010 / 11 / 27 - El Comercio
Durante las fiestas del Corpus del año 1922 tuvo lugar en Granada el primer concurso de cante jondo, organizado por Manuel de Falla. Su repercusión fue enorme e intelectuales de toda España se sumaron rápidamente a la organización del acontecimiento: Joaquín Turina, Juan Ramón Jiménez, Ramón Pérez de Ayala, Ramón Gómez de la Serna, Federico García Lorca... La idea original había partido de uno de los grandes aficionados granadinos de la época, Miguel Cerón, y contó con el apoyo incondicional desde el primer momento del compositor Manuel de Falla, quien veía como poco a poco se iba perdiendo la verdadera esencia del cante jondo.
Aquel hecho marcó profundamente el futuro de la canción andaluza. Manuel de Falla organizó las bases del concurso y estableció tres modalidades: la de las siguiriyas gitanas; la de las serranas, polos, cañas y soleares; y la de los cantos sin acompañamiento de guitarra, martinetes-carceleras, tonás, livianas y saetas viejas. No se admitía en el concurso a los profesionales del cante. Los ganadores resultaron ser Diego Bermúdez Cala, El Tenazas, y el niño Manolo Caracol. A pesar del éxito obtenido, el público se dividió entre los partidarios de unos y otros cantaores, y muchos críticos se alzaron contra la división de estilos propuesta.
Con idéntico espíritu, Eduardo Martínez Torner se propuso organizar aquel mismo año y con motivo de las fiestas de San Mateo, un gran festival y concurso de canción asturiana. Entre sus colaboradores contó con Juan Uría Ríu, Benito Álvarez-Buylla, Galo Borbolla, Baldomero Fernández, Gonzalo de Merás y Ramón Ochoa.
Aquel primer concurso de cantos y bailes asturianos tuvo lugar el 17 de septiembre de 1922, en la plaza de toros de Uviéu. Su éxito fue inmediato y su repercusión impresionante. En tonada se alzó con el primer premio, de 300 pesetas, Vicente Miranda. Quedando en segundo lugar Carlos Cano Artamendi, con 200 pesetas, y repartiéndose el tercero, de 100 pesetas, entre Esperanza Fernández y Enrique Cienfuegos. Los premios en el apartado de baile, por la misma cuantía económica, fueron para la pareja formada por María de la Fuente y José Díaz Villanueva, primer premio, Regina y Manuel Trabanco, segundo premio, y Concepción Álvarez y Alfredo Rodríguez, tercer premio.
A partir de este momento se abre una nueva época, la de los concursos, que tendrá su periodo de máximo esplendor en la década de los cuarenta y los cincuenta, revitalizándose de nuevo a finales de los ochenta.
La trascendencia de aquel primer concurso, al igual que ocurriera con el andaluz, fue enorme y su rastro puede seguirse en los concursos que llegaron hasta nuestros días y en los que aún continúan celebrándose. De este modo, el concurso no estipuló división ninguna del género de las tonadas, con lo que sirvió de cajón de sastre para que, sin ningún otro tipo de criterio más que la propia voz del cantador, quedaran equiparadas tonaes de las denominadas sencillas con aquellas otras en las que la voz hace saltos de octava o superiores. Con todo, fue el propio jurado el que acabó centrando la puntuación de los concursos en la valoración de determinadas canciones por encima de otras, cuando de haberse hecho la división por géneros se podría haber tenido mayor número de personas participando al poder entrar mayor número de voces a concurso. Algo que continuó hasta nuestros días, donde una voz capaz de interpretar “A la salida del Sella”, por su amplia tesitura, tiene que competir en igualdad de condiciones con “Tengo de subir al puertu” o” Ayer me dixo to madre”.
De todas formas, también hay que recalcar que la división llevada a cabo por Manuel de Falla fue muy objetada en su momento. Pero, sin duda, sirvió para dar pie a la posibilidad de otras divisiones. Un trabajo musicológico que en Asturias nunca se llevó a cabo hasta el proyecto de división planteado en el libro La canción asturiana de Benito Álvarez-Buylla, cincuenta años más tarde.