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Tesorero

2010 / 11 / 12 - La Nueva España

Tesorero

Mira tú que es duro trabajar en una cantera de pizarra a los diecisiete años y no aguanté mucho tiempo, pero aguanté. Mira tú que es espantoso enseñar a esa horda de guajonos que se hacen llamar estudiantes en los últimos años de colegio y tampoco lo soporté mucho tiempo, pero lo soporté. Mira tú que cuesta bajar todos los días en la jaula de un pozu en el turno de las seis de la mañana y, aunque estuve un poco más de tiempo, tampoco estuve tanto, pero estuve.

Y, con todo, ni de pizarreiru (porque estaba en el occidente de Asturies), ni de maestro, ni de minero, ni de ninguna de las otras cosas que hice como que las hice, ni en las que trabajé como que trabajaba, tiene comparación con el bizarro, denodado, arduo, difícil, trabajoso, sufrido, afanoso, arrastrado, dificultoso, peliagudo, complejo, espinoso, enmarañado, esforzado, laborioso, decidido, penoso, malagradecido, perro e ingrato trabajo de un tesorero municipal.

Claro que, a ti, esto te suena a broma. Porque estás tomando un café en el Yaracuy o en el Carolina. Por poner un par de ejemplos de los alrededores del ayuntamiento de Mieres, lleno de cafeterías. Todos los que tienes alrededor son gente como yo que, vayas a la hora que vayas, siempre nos encuentras tomando café, tomando un pinchu de tortilla recién hecho o leyendo el periódico.

Casualmente no tengo recuerdo de que coincidiéramos alguna vez tomando café el tesorero y yo. Y, a lo mejor es eso, que por alguna extraña razón tenemos fama como buenos trabajadores municipales de estar todo el santo día tomando café. Luego, a la hora de la verdad, no debe de ser tan cierto. Sino de todas todas, alguna vez en este Mieres tan pequeño, habríamos coincidido. Puede ser también que hay muchos cafés y siempre acabamos parando en los mismos. Cada uno en el suyo. Cafés gremiales, corporativos, conspirativos, intrigantes, charreros, converseros, sindicales, políticos y no adscritos.

Bueno, sí, coincidimos una vez el viernes pasado. Se trataba de su despedida y tomamos café y copa después de la comida. Una despedida triste por nuestra parte y alegre por la suya. La alegría suya porque se piensa que se marcha para un sitio mejor. Con la fe de un cristiano converso que a punto de morirse te mira con cara lánguida y te dice que se va feliz porque Dios Nuestro Señor le espera en el cielo. Y, la tristeza, por nuestra parte, porque los buenos trabajadores municipales no creemos en el más allá: porque sabemos perfectamente que el paraíso es esto.




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