Ens calen cançons d'ara
2010 / 09 / 18 - El Comercio
A cincuenta años del nacimiento de la Nova Cançó, lo que surgió como banda sonora de un tiempo y de un país –como decía una canción de Raimon-, acabó convirtiéndose en un movimiento que expresó en su propia lengua las ansias de libertad de todo España. Su manifiesta reivindicación de la lengua y la cultura catalana marcó profundamente el desarrollo de movimientos similares en vasco, gallego y asturiano, además de fomentar el desarrollo de modelos similares en las diferentes comunidades de habla castellana.
Fue en 1959 cuando el periodista Lluís Serrahima escribió un artículo bajo el título “Ens calen cançons d’ara” (“Necesitamos canciones de ahora”), en el que abogaba por la composiciones en catalán que reflejaran el momento presente y las inquietudes de ese momento.
El primer grupo de intérpretes en catalán se organizó bajo el nombre de Els Setze Jutges y los primeros discos de cantautores fueron apareciendo a partir del año 1962. Al año siguiente obtiene al primer premio del quinto Festival de la Canción Mediterránea en tema en catalán, “Se’n va anar”, interpretado por Salomé y Raimon.
Aquellos primeros éxitos llevaron a muchos intérpretes hacia la profesionalización y una serie de nombres empezaron a ser conocidos en toda España y en buena parte de Europa, Francia principalmente: Francesc Pi de la Serra, Raimon, María del Mar Bonet, Guillermina Motta, Lluís Llach y Joan Manuel Serrat, Este último, cantante bilingüe, se convirtió en un verdadero fenómeno musical. A partir de estos éxitos, cantantes vascos, gallegos y asturianos empezaron a emplear sus respectivas lenguas y a crear nuevo repertorio o a reelaborar el tradicional. En el caso de Asturies el movimiento recibió el nombre de Nueu Canciu Astur y los intérpretes más conocidos fueron el dúo Nuberu, integrado por Chus Pedro y Manolo Peñayos, y Carlos Rubiera.
La trascendencia de la obra de estos dos intérpretes fue grande y llega hasta nuestros días. En primer lugar porque a partir de sus éxitos con piezas como “Aida de la Fuente” o “Aquella palombina”, la lengua asturiana empezó a ser el principal vehículo de expresión de la música asturiana. Algo que venía siendo habitual en ámbitos como el de la asturianada, pero que no había aparecido en ningún momentos en las primeras formaciones del pop y del rock de los años sesenta y setenta.
Y, por otra parte, porque sentaron las bases para el posterior surgimiento de una determinada visión del folk que, a partir de la música tradicional, empleó ya siempre el asturiano como lengua propia de sus composiciones. Algo que cuajó en la década siguiente con la llegada de grupos como Trasgu, Beleño y, de manera especial, con Llan de Cubel.
Los intérpretes de la Nova Cançó actuaron repetidamente en Asturies, marcando a toda una generación. Algunos de sus conciertos forman parte de la historia de la Transición en Asturies, como los de Raimon en Ribesella y Pi de la Serra en el Palacio de los Deportes de Uviéu.
Dos recopilatorios recientes, el último de Nuberu con motivo de su despedida de los escenarios y el titulado “30 años” de Carlos Rubiera, resumen a la perfección las inquietudes y el trabajo de aquellos años. En concreto, este último intérprete dedica su posterior trabajo a este recopilatorio a la obra más emblemática de Lluís Llach, “Viatge a Ítaca”, con el título de “Viaxe a Itaca”. Un sencillo homenaje que, con una producción impecable, rinde recuerdo a toda la música de la Nova Cançó de aquellos años y a su influencia palpable en nuestra tierra.