Blo

< P'atrás  |   P'alantre >


Julio León de Mieres

2010 / 09 / 08 - La Nueva España

Julio León de Mieres

A Julio León le gustaba la historia de mi tía María. La conté una vez dentro del maratón de cuentos de Navidad de la biblioteca. No se trataba de un cuento, pero al ser una historia de cuando éramos críos y pasábamos la Navidad en casa de los abuelos, me pareció un buen momento para contarla. Al año siguiente, por las mismas fechas, me la recordó.

A mi tía María Vinagre todo el mundo la conocía como María Café, no sólo por la cantidad de café que tomaba sino también porque siempre te invitaba a tomarlo cuando pasábamos por casa. Aunque fuéramos muy pequeños. Siempre con unas gotinas de orujo. Al final, como la taza acabó llevando más orujo que café, todos la llamaban María Orujo. Por Navidad siempre le llevábamos de regalo cajas de galletas Fontaneda, que sabían espléndidas mojadas en aquel café único de tía María. Se había quedado viuda hacía muchísimos años y su conversación siempre acababa girando sobre su amor y su deseo de volver a reunirse con él. Así, cuando nosotros le preguntábamos: “Tía María, ¿qué le pides de regalo a los Reyes?”; ella siempre contestaba lo mismo: “Que Dious mi dé la gracia de venir la muerte a buscame”. De manera que, una mañana de Reyes, cuando le llevábamos a Tía María una caja de galletas Fontaneda, nos la encontramos muerta sobre la cama con una sonrisa preciosa en los labios. Siempre supimos que aquella sonrisa se debía a que por fin aquel año los Reyes le habían traído el regalo que tanto tiempo llevaba esperando.

Como tía María, Julio León llevaba tiempo sin ganas de vivir. Ayer recibí un montón de llamadas de amigos de Mieres entristecidos por la noticia. Con su muerte se nos va una fuente inagotable de información. Aprendí a saberlo mientras trabajó conmigo en el Ayuntamiento y posteriormente cuando hice un trabajo de recopilación de las poesías de su primo Laudelino León. Después, en relación con cualquier tema de música tradicional, sus apuntes, fotografías, originales y demás, me ayudaban continuamente a centrar cualquiera de los trabajos que realizaba. Hace quince años volví de Bretaña con información de la asociación de restauradores de capillas. Un grupo de personas que ponían dinero todo el año y se juntaban en los periodos vacacionales para restaurar algunas de estas pequeñas joyas que existen en cada pueblo bretón. Un esfuerzo que en Mieres llevaba a cabo Julio León de manera personal y para el que nunca necesitó más reconocimiento que la propia alegría de ver la obra terminada. Como tantos otros de sus esfuerzos que lo llevaron a publicar libros y trabajos que van a seguir siendo para siempre una referencia obligada para todo el que busque información sobre Mieres.

Cuando hace pocos años el Ayuntamiento aprobó dar el nombre de algunas calles a personajes políticos muy históricos pero que en su vida habían hecho nada por Mieres, le dije a Julio León que me dejase hacer un informe reivindicando una calle para él. Se enfadó mucho y me hizo prometer que no haría nada. Como también nos hizo desistir cuando un grupo de amigos quisimos proponerlo como cronista oficial de Mieres.

Al final, sin reconocimientos que no necesitaba y sin ruido alguno para no molestar, se nos ha muerto una de las personas que más trabajó desinteresadamente por nuestra villa. Espero que, al menos, lo haya hecho con la sonrisa en la boca de mi tía María.




<< Volver al llistáu