Dos años sin Lupas
2008 / 03 / 20 - La Nueva España
De copas con Josune Bereciartu -primera escaladora en el mundo que encadenaba un noveno grado-, a eso de las tantas, planteamos dedicar unas Jornadas enteras al alpinismo y la escalada femenina. Un sueño que sólo pudimos ver realizado dos años después. Al año siguiente estuvo en Mieres Silvia Vidal, piolet de oro del año 1997. Llevábamos detrás de ella desde entonces. Para José Luis se trataba de cumplir un sueño.
Así eran en esencia las Jornadas: una reunión de amigos alrededor de amigos. José Luis Santos, Lupas, nos contaba una y otra vez su ascensión al Mont Blanc. Todos le tomábamos el pelo por la proeza. El se reía de mí porque yo no me subía ni a una banqueta. No pasaba ni una sola semana sin que riéramos o riñéramos por algo: por la impuntualidad, por el desastre organizativo, por la desmesura, por los despropósitos. Pero siempre reconocimos que lo hacíamos porque nos lo pasábamos muy bien.
Y disfrutando como lo hicimos y poniendo por delante el empeño de pasárnoslo aún mejor al año siguiente, se consiguió que Mieres fuera conocido por sus Jornadas Internacionales de Montaña, se logró que los medios de comunicación de toda España hablaran de Mieres con relación a los deportes de aventura. Y sin necesidad de sudar la camiseta ni de machacar el corazón. Simplemente quedando con amigos, charlando sobre otros amigos y tomando copas con amigos.
Oviedo, Gijón, León y Bilbao nos envidiaban. Era normal. En Oviedo porque tuvieron que dejar de hacer las Jornadas al no poder competir con las nuestras. En Gijón porque les dolía tener que asistir a las nuestras para encontrar buenos conferenciantes para las suyas. En León y Bilbao porque les robábamos a gente que prefería venir a las Jornadas de Mieres antes que a las suyas. Por una razón clara: nosotros éramos grandes por ser diferentes.
Para las del 2004 José Luis soñó con tener alrededor de la misma mesa a todos los hermanos Gallego: los Murcianos. Ni ellos se lo podían creer cuando se lo comentamos. Accedieron al momento. Y estuvieron en Mieres la tarde del 6 de febrero. Fue algo tan único que se atrevieron a contar la pequeña historia familiar que hizo posible la existencia de cuatro hermanos escaladores. De toda una saga en la élite del alpinismo.
Tomando algo con los hermanos Gallego, delante de una cerveza en el Entrecopas, decidimos el programa entero de las Jornadas del 2005, integrado por mujeres. Podría hacerse si conseguíamos traer a Lynn Hill: la número uno del mundo. Como de mano resultaba imposible, lo intentamos. Nos echó una mano Francisco Blanco. Lo llamamos por teléfono y nos contestó con síntomas de estar ahogándose. Colgaba de una pared en Cerdeña. Media hora más tarde, desde la cima, nos facilitó el teléfono de Lynn Hill.
La llamé con José Luis delante partiéndose de risa por mi inglés aprendido en Gibraltar. Lynn Hill me habló al momento en su castellano atroz de California. Accedía a venir. Concertamos día y hora. Las Jornadas de 2005 empezaban con buen pie. Si venía la más grande nadie nos diría que no a compartir cartel con ella. Y así fue. Edurne Pasabán, la primera mujer del mundo en el K-2, abrió las Jornadas. Pati Blasco repasó la escalada femenina en el mundo y en España. Chus Lago, la primera española en ascender el Everest sin oxígeno, nos habló del leopardo de las nieves. La asturiana Rosa Fernández nos trajo su ascensión al Makalu. Cecilia Buil presentó su ascensión en Groenlandia al acantilado más grande del mundo. Y, para cerrar, Lynn Hill.
Contadas las cosas así, unas Jornadas Internacionales de esta categoría parecen fáciles de organizar. Y lo son. Los que están en contra siempre son los mismos y son fáciles de reconocer. Año tras año torpedearon las Jornadas pero nunca fueron capaces de acabar con ellas. Ahora que José Luis ha muerto, y que ya todo nos da igual, creen que han conseguido cargárselas. Sólo ellos se lo creen. Por Mieres ya habían pasado todos los grandes.
A José Luis estas ruindades cotidianas le comían mucho la moral y todos los años juraba que iba a tirar la toalla cuando se enfrentaba a la barrera de la administración. Esto sí que era bastante más que un ocho mil. Bastante más que un noveno grado en roca. Pero, siempre, con un poco de cara de risa y mucho de mala intención, las Jornadas salían adelante.
La foto de José Luis con Lynn Hill es de la últimas que pude sacarle con vida. Su deterioro ya era manifiesto y poco más pudimos que contar con su presencia aquel año. No obstante, el día de Lynn Hill quiso hacer los honores de despedir las Jornadas. Su adiós lo reflejó la prensa, pero nadie le hizo mucho caso: hacía años que se venía despidiendo.
Tras el verano hablamos y nos obligamos a vernos los lunes para preparar las Jornadas del 2006. Algún lunes lo cumplimos. Muy pocos. Los suficientes para apuntar algún nombre. Francisco Blanco, por ejemplo, como agradecimiento a su colaboración. Ese día Lupas cenó con nosotros. Hablamos de los primeros años, en los que él ya había intervenido. Del tiempo en que Misael Porrón, ahora Director de Deportes, era el Concejal de Cultura y se sacaron las primeras Jornadas de la manga. Del tiempo que nos lleva echando una mano Pedro el de Oxígeno: ¡una tienda de Oviedo y otra de Gijón colaborando en las Jornadas de Mieres!
Al día siguiente José Luis no asistió a la conferencia de Ramón Portilla, pero se acercó a la hora del café de la cena a echar al menos un saludo. Era también un amigo de los primeros tiempos. Y ya no volvimos a verlo más por las Jornadas. Por más que hubo quien me aseguró que había aparecido por la proyección de Tomaz Humar, el viernes siguiente. Era su preferido. Pero decidió entrar con las luces apagadas y marcharse con los primeros aplausos.
Ya no le quedaban ganas de saludar a nadie. Me lo dijo a la semana siguiente cuando lo encontré cerca de su casa. Quedamos, no obstante, en volver a vernos los lunes para preparar las siguientes. Le dije que la gente lo había echado de menos en éstas. Se rió sin muchas ganas. Pero, era cierto.
El día antes del entierro me llamaron de La Nueva España para escribir un artículo. En aquel momento no pude hacerlo. Lo hizo por todos nosotros de manera espléndida David Montañés. Llegaron cientos de correos de pésame desde los sitios más increibles: desde Eslovenia uno conjunto firmado por Ines Bozic, Janez Skok, Tomo Cesen y Marko Preselj, y otro más aparte de Tomaz Humar; desde Inglaterra uno de Stephen Venables y otro de sir Christ Bonnintong, y luego tiempo más tarde uno de Joe Simpson comentando que se había enterado de su muerte en Katmandú; desde el Kirguistán me sorprendió que se enteraran Dimitri Bochkov y Nicolai Schetnikov; desde Italia la hija de Kurt Diemberger... y tantos otros desde los lugares más insospechados.
Después, con los amigos de La Pardina llevamos sus cenizas al Picu Siana. Ahora, con ellos, seguimos planeando una ruta que lleva su nombre.
Con José Luis desaparecía una manera diferente de hacer las Jornadas de Montaña. Ni Pedro desde Oxígeno ni yo tuvimos ganas de retomarlas. Y aún así hicimos unas de compromiso en el 2007 para dedicárselas a nuestro amigo. Pero ya no fueron lo mismo.