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Entre el pop y el folk

2010 / 07 / 24 - El Comercio

Entre el pop y el folk

Cuando la base de una noche folk es la presentación del último trabajo de un grupo de la localidad, el éxito está asegurado. Se palpaba ese aire de buen rollo entre el público. La puesta en escena y el sonido resultaron lo suficientemente buenos como para hacer la escucha agradable. Las canciones del último trabajo, Suaña, sirvieron para enlazar con el repertorio más conocido del grupo y para animar a partes iguales a quienes tenían ganas de escucharlos y a los que preferían bailar.

Suaña es fundamentalmente un disco de pop elaborado por una formación folk. La instrumentación lo corrobora: el violín, la gaita, la flauta, el bouzouki, la guitarra y el bodhrán. Los arreglos, especialmente los de la canciones para la voz de Gema García del Pozo, son pop. Un pop particular, en cierto modo podría decirse que un sonido Corquiéu, sobre el que llevan años trabajando y que enlaza con el conseguido por otras formaciones del arco atlántico, principalmente.

El pop y el folk son dos caminos expresivos que llevan años haciéndose préstamos mutuamente. A la manera en que el rock y el folk lo vinieron haciendo desde los años sesenta en los Estados Unidos y, posteriormente, en Inglaterra, para terminar dando el salto a Irlanda y Francia. De hecho, cuando el movimiento folk arraiga en Asturies, después de la experiencias de finales de los sesenta de grupos como Madreselva y del asentamiento de propuesta setenteras como las de Nuberu, lo hace fusionándose descaradamente con el rock. En el único disco de Trasgu y los dos de Beleño rigen los modelos musicales propios de la época.

Con todo, las primeras propuestas pop asturianas arrancan igualmente a finales de los sesenta y a lo largo de los setenta. Un pop que bebía por igual de las fuentes de la música más tradicional, como podía ser la tonada asturiana, como de los arreglos más pachangueros. Lo que sirvió para convertir en éxitos irrepetibles las canciones de La Pastorina y, posteriormente, de Vicente Díaz.

El modelo del pop actual cercano al folk, que representa la actual propuesta de Corquiéu, tiene muy poco que ver con aquel modelo de treinta años atrás. Coincide, no obstante, en el acentuado uso de la voz melódica, en el empleo de la canción con estribillo y melodía reiterativa, y el empleo de unos arreglos propios del pop y ajenos al folk.

En todo ello reside el especial interés del último trabajo de Corquiéu. Canciones frescas, no excesivamente pegadizas, pero que narran una historia sencilla y, en algún caso, sentimental, como la que homenajea a los desaparecidos Ígor Medio y Carlos Redondo, componentes de Felpeyu fallecidos en un accidente de tráfico. Canciones que vuelven a oírse una y otra vez con agrado y en las que luce la voz de su cantante con una personalidad cada vez más acentuada.

Para ser un grupo más pop necesitaría menos canciones instrumentales. Pero el modelo The Cors también funcionó así. Precisan, como tantos otros grupos asturianos, una mayor promoción y una campaña que los hiciera más visibles y reconocibles para el gran público. Porque, como comentaba anteriormente al hablar de la base pop, su público potencial es enorme.

Con Suaña, Corquiéu avanza sin prisa por un camino jalonado por otros trabajos discográficos bien distanciados: Salia, del lejano 2005, y La Barquera, del aún más lejano 2001. Sin prisa. También sin pausa. Haciéndose, poco a poco, un hueco en la historia de la música popular asturiana.




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