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Los sonidos del silencio

2010 / 07 / 03 - El Comercio

Los sonidos del silencio

La cantadora Josefina Fernández nació el 24 de agosto de 1910. Fue, pues, quince años más joven que Obdulia Álvarez, La Busdonga, y diez años mayor que su principal discípula, Diamantina Rodríguez, con la que coincidió repetidas veces sobre los escenarios de la década de los cuarenta del siglo pasado. La Busdonga dejó grabadas 32 tonadas entre 1929 y 1964, muchas de las cuales se consideran verdaderos estándares. Diamantina, a lo largo de las décadas de los sesenta, setenta y ochenta, llegó a grabar más de un centenar de tonadas, no sólo renovando el género sino también sentando las bases para que las nuevas generaciones se atreviesen a ir más allá con él. Por el contrario, de Josefina Fernández no se conoce ni una sola grabación. Con todo, la memoria de su voz y de sus interpretaciones marcó a toda una generación, empezando por la citada Diamantina, llegando su influencia hasta nuestros días.

La voz de Josefina Fernández comenzó a llamar la atención desde muy joven y quedó campeona del concurso del Salón Babel de Uviéu, el más importante de cuantos de celebraron en la inmediata posguerra, en el año 1948. Diamantina Rodríguez quedó segunda en esta edición. Todavía nos lo recordaba hace unas semanas la propia Diamantina con ocasión de un encuentro en Villaviciosa alrededor de Javier Díaz, Javier d’Arroes, en el que también se encontraba presente Fernando Ruiz, director del Concurso de Canción Asturiana de El Comercio que tiene lugar en la Plaza Mayor de Xixón.

Pero, a Josefina, la muerte la sorprendió el 7 de marzo de 1951, con apenas 40 años. Y sin dejar un solo registro grabado de su particular manera de versionar las grandes tonadas asturianas, como “Carretera de Colloto” o “Carromateros”, dos de las piezas que le habían servido para alcanzar el triunfo en el Babel. O una magnífica versión de “La Soberana”, de la que Diamantina sigue hablando y recordando en sus vueltas y su particular lentitud sagrada.

Su historia repite de esta forma la de otras grandes voces de la canción asturiana que siguen siendo consideradas clásicas a pesar de no conservarse ni un solo registro fonográfico de sus interpretaciones. Como fue el caso de María Argüelles, María la Pita, de la que se desconoce hasta la fecha de su nacimiento y a la que escogió el músico y compositor Eduardo Martínez Torner para ilustrar sus conferencias-concierto. Cuchichi, uno de los miembros de la mítica formación de Los Cuatro Ases de la Canción Asturiana, recordaba la brillantez de sus agudos y su enorme capacidad para conmover al auditorio al entonar añadas como “Crióme mio madre”, con la que terminando cantando en un hilo de voz su característico “ea, ea, ea”.

De la misma generación que Josefina, ocurrió lo mismo con Santos Luciano Alonso Muñiz, quien sigue considerado el más grande intérprete de “les ayeranes”, y con Prudencio Merino Álvarez, El Polenchu de Gráu, a quien el resultado de la guerra civil llevó al exilio donde, como a Torner, murió sin haber podido regresar a su tierra.

Como ellos, muchas otras voces integran generaciones de silencio que llegan hasta nuestros días a través de una tradición oral que reinterpreta su manera de cantar y las versiones de las tonadas que ellos hicieron grandes. En el caso de Josefina, cantares como “A la salida del Sella”, “Ventanina”, “Cada vez que voi a Uviéu”, “Les faldes del monte”, “Sácalo con garabatu”… Y tantas otras que, en el presente, una nueva generación muy joven sigue reinterpretando a partir del recuerdo de sus interpretaciones, tal y como lo transmitieron hasta nuestros días otras grandes voces, como las de Purificación Rivas, La Pichona, Leonides Fernández, Margarita Blanco o la propia Diamantina Rodríguez, quien, con noventa años a punto de cumplirse, sigue siendo la memoria viva de aquel tiempo y de aquellas voces.




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