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La maurera

2010 / 06 / 01 - La Nueva España

La maurera

Fin de semana de jornadas de fomento del alcohol. Esta vez no patrocinado por el Ayuntamiento, como ocurre en La Folixa. La disculpa fue el vino. Es el tiempo de La Maurera. Lo celebran en la Golden Mile de Mieres. Y como los de la Milla de Oro son muy finos lo vuelven a llamar El Envero. Como nadie sabe qué significa corrí la voz que se trataba del apellido de una reputada experta en cerveza bien tirá. Como lo digo tan serio hubo gente que se lo creyó. El próximo año diré que envero viene del verbo enverar, del latín envero, enveras, enverare, enveravi, enveratum (cantar canciones folklóricas a partir de una ingesta desmedida de vino) y seguro que se lo creen también. Comprobado: tu dices la tontería más grande de este mundo y dices que viene del latín y te lo creen. Por eso estoy convenciendo al crío para que el próximo año coja la opción de humanidades, para aprender latín. Para la política, las finanzas, el show bussines y la producción de vino, no hay nada como el latín.

Los tiempos en este sentido cambiaron muy poco. Cuando íbamos a no se qué año del Instituto había que escoger entre Ciencias o Letras. Llegaba el Jefe de Estudios a clase y te preguntaba: ¿qué quieres ser de mayor? La mayoría de los chicos contestaron que futbolista. El Jefe de Estudios fue contundente: vosotros Bachiller de Ciencias. La mayoría de las chicas contestaron que enfermera. El Jefe de Estudios fue aún más contundente: vosotras Bachiller de Letras. Luego estaban los raros, los que querían ser mineru como mi padre, boticaria como mi madre o empresario. En clase tuvimos a uno, no es broma, que dijo que quería ser empresario. Junto a la boticaria, varios mineros y unas cuantas enfermeras, fue el único que consiguió su objetivo. Futbolistas de aquella quinta no salió ninguno, pero el empresario de clase se dedicó todo el Bachiller a cobrar por todo: por las chuletas de la tabla periódica de los elementos, por el alquiler de un reloj Casio con calculadora y por hacerte enteros los exámenes de lo que fuera. De hecho fue el que se examinó por mi de Lógica Matemática. Se sentó a mi lado. En quince minutos hizo su examen, en menos de quince el mío y en media hora escasa todavía le dio tiempo a hacer otros dos más. Me costó 100 pesetas. De 1974. Pero era la única manera de aprobar el COU. Después, como también me quedaba la parte de Botánica de la asignatura de Ciencias Naturales, pacté con él otras 100 pesetas. Hábil negociador, me pidió 150. La profesora era mala como ella sola y para suspendernos nos preguntó cosas como: ¿Qué es la enfermedad del envero de la uva? No la contestó nadie. No la sabía ni él. Aún así aprobé. Pero muy raspado. Al final sólo le pagué 100 pesetas. Todavía me lo recordó este fin de semana. Como buen empresario que es sigue haciendo que le invite a cuenta de aquellas 50 pesetas que no le pagué en el 74. 30 céntimos de euro, al día de hoy. Por 30 céntimos, en la Golden Mile, no te dan a chupar ni el palillo de un pinchu.




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