Blo

< P'atrás  |   P'alantre >


La Grecia que se nutre de sus propias crisis

2010 / 05 / 15 - El Comercio

La Grecia que se nutre de sus propias crisis

“No tengo casa a la que volver ni cama para dormir no tengo calle ni barrio para caminar un uno de mayo.

Las grandes palabras mentirosas me las dijiste con tu primera leche”.

Así dice el primer verso y el estribillo de una de las canciones más populares de la música rebétika. Se titula “Mana mou Hellas” (“Mi madre Grecia”) y es un verdadero himno filial para una tierra-madre que ha tratado siempre mal a sus hijos. Un pueblo que, ahora mismo, vuelve a echar mano de sus canciones más tradicionales para hablar del abandono, de la crisis, de la emigración, de ellos mismos.

En 2008 se inauguró la exposición L’Asturianada: alma d’un pueblu en la Sala CajAstur Teatro Campoamor de Uviéu. Fui su comisario y mi primer propósito fue el de acercar al visitante a las músicas del mundo que vivieron su primer gran desarrollo –y en muchas ocasiones su nacimiento- a primeros de siglo XX. Músicas que, como l’asturianada, acabaron representando el alma de este pueblo: el flamenco, el fado, el tango, la napoletana, el sean-nós, la laughniya, el raï, el choro, el blues, el son, el samba, la enka, el ghazal o, entre tantos otros, el rebétiko.

A lo largo del siglo XX el rebétiko ha sido la música griega popular por excelencia. Un crisol en el que se fundieron elementos griegos y turcos y que nació y se desarrolló en los barrios griegos de Istambul y Esmirna. Se interpretaba en su origen con un gran número de instrumentos y se iniciaba con una especie de tonada lastimera denominada amanés.

En 1927 un millón de griegos tuvieron que emigrar de Turquía a Grecia y a otras partes del mundo. Se llevaron con ellos su música, de ahí que su estilo se relacionara con los refugiados y, poco después, con los bajos fondos de El Pireo y otros puertos e islas. Diez años más tarde, la dictadura militar de Ionannis Metaxas proscribió este tipo de música, que fue evolucionando sobre ella misma, depurando su sabor oriental y sus letras más conflictivas, para acabar acercándose a los salones de la clase media.

Los puristas dicen que esta música llegó a su fin en la década de los cincuenta. Como siempre que sobre un tema tradicional opinan los puristas, la afirmación es falsa. El rebétiko había nacido algo más de cincuenta años atrás y lo había hecho para seguir evolucionando sobre sus propias estructuras, sus compositores y las influencias del resto de músicas del mundo.

Del rebétiko surgieron dos ramas: el popular y obrero laikó, acompañado por el bouzouki y fuertemente orientalizado; y el entehno, influenciado por la música occidental y empleado por los compositores de formación clásica, como Mikis Theodorakis. Estos dos estilos musicales representan dos mundos distintos, pero las conexiones entre ambos fueron continuas, principalmente por el hecho de que los compositores clásicos contrataron para sus composiciones a las grandes voces populares del laikó.

Como le ha ocurrido a la canción asturiana, al flamenco o al tango, una nueva generación de jóvenes griegos ha regresado a sus orígenes, abandonando el laikó que había derivado en una música populista y simplona a la que se llamó elafrolaikó. Regresar a los orígenes significaba recuperar la huella del rebétiko y sobre ella están escribiendo uno de los mejores capítulos de las músicas del mundo voces como Eleftería Arvanitaki, Alkistis Protopsalti o Nikos Xidakis.

El cómic Rebétiko, de David Prudhomme, pone al día toda esta historia. Regresando, como es preciso, a los orígenes: al momento en que por los bares de El Pireo suenan las músicas de los griegos que regresan a una patria que nunca tuvieron. Para acabar cantándole canciones desoladoras, como la que cito al inicio. Como la que cierra el propio cómic:

“Unos fumadores de hachís se encontraron con la muerte y le preguntaron si en el infierno la gente sigue divirtiéndose”.




<< Volver al llistáu