Un lugar en el olvido
2010 / 03 / 27 - El Comercio
No está siendo año de grandes novedades. Tampoco lo fue el pasado. Estoy hablando del ámbito del folk en Asturies. Fuera del folk más tradicional que representa la asturianada y toda una serie de productos comerciales que se generan a partir de ella. En este sentido el año anterior resultó excepcional, con la edición de superventas como Vicente Díaz, Celestino Rozada o José Manuel Collado. Y apuestas importantes, como la que representó el doble CD 25 clásiques de l’asturianada, en el que se incluyeron alrededor de quince colaboraciones actuales versionando temas tradicionales de primeros del siglo XX.
Este repertorio de primeros de siglo XX continúa teniendo una vigencia enorme. La mayor parte de los cantadores de tonada que llegan a las finales de los concursos actuales hacen uso de este repertorio soberbio para hacerse con un buen puesto y para tener opción a uno de los primeros premios. Y, más allá de la influencia previsible sobre el mundo de la canción asturiana tradicional, sus melodías han terminado encontrando acomodo e influenciando otros campos, como el de la música coral o, más recientemente, el del folk.
De ahí que no extrañe la presencia de dos asturianadas, como la magnífica “Al pasar per el puertu” y la preciosista “Pinchéme con una espina”, en el primer trabajo del grupo folk Verdasca. Un repertorio difícil y que habla a favor de la valentía de los jóvenes miembros de este grupo al enfrentarse a este trabajo.
Una valentía que ya habían apuntado en su maqueta previa de hace un par de años y que venían demostrando en sus directos, Algo que se volvió a comprobar este sábado pasado con su concierto presentación en el Teatro Filarmónica. Un trabajo lleno de influencias y que busca su propia identidad a partir de una serie de elementos ya conocidos pero que, en su crisol, adquieren una nueva personalidad.
Pero, más que nada, hablaba de valentía porque en el terreno de la música solo perviven los que se arriesgan. Como también ocurre que los que arriesgan son los que sufren las mayores incomprensiones.
Este primer trabajo de Verdasca descubre para el mundo del folk las posibilidades de la voz de tonada a la hora de enfrentarse a estas canciones. Una voz de tonada que tiene unas características propias bien identificativas y de la que ellos explotan solo las necesarias para dotarse de esa personalidad necesaria y de la que carecen otros grupos –por no tenerla.
La voz propia identifica hasta tal punto la música portuguesa y la andaluza que su simple empleo sirve para representar una tierra. Un lujo que posee la voz asturiana y que Marina Pangua, la voz de Verdasca, aprovecha.
Luego el disco, D’abéu, tiene muchas más cosas que se corresponden con su propio nombre, que en asturiano significa estar animado y con ganas de andar de fiesta: Un par de sones d’arriba entretejidos y bien resueltos; un coxu bien heredado y mejor aprendido de Xaréu, uno de los grupos históricos de hace veinte años; una obligada terna de saltones que tan bien funcionan en un directo; o una serie de dances correctamente encadenada y que llama igualmente al baile.
Verdasca sabe ir, por todo ello, un paso por delante de su generación y, en buena medida, de la generación cercana que los precede. Han tenido una buena escuela donde aprender. Pero, también, se les ve con ideas nuevas que desarrollar. Toda una apuesta. En realidad, la única forma posible que hay de buscarse un lugar en el olvido.