De multa en multa
2010 / 04 / 06 - La Nueva España
El parecido de la Guardia Civil de carreteras con las Hermanitas de la Caridad cada día es más sorprendente. Tienen una forma de pedir que parecen que están dando. Esta semana, por ejemplo, me pideron el carnet y la documentación del coche. Sonrisa Profidem. Educación de colegio de pago. Me dicen que firme un papel con todo el cariño del mundo. Y se despiden diciéndome que modere la velocidad y que tenga buen viaje. Al final pago la multa con la sensación de estar contribuyendo a un colegio de huérfanos o a un comedor solidario.
¡Qué lejos aquellos tiempos en que el Guardia Civil era un señor de bigote y mirada hosca! Ahora esa imagen ha quedado para la Policía Local. Como la de Uviéu, por ejemplo. Siempre que me ponen una multa suelen tener razón. Pero tienen una forma de hacértelo saber que nada tiene que ver con el márketing de servicio público. En vez de sonrisa, cara de estreñidos. Por toda educación, la voz rancia del que se sabe con la razón de su parte. Al final la multa la pago igual. Con una diferencia: con los primeros, acabo moderando la velocidad; con estos, acabo jugando al gato y al ratón. Lo que quiere decir que, después de que me pillaron mal aparcado en una peatonal, vuelvo a aparcar en la de al lado. Picaresca pura y dura. Al final, les digo que prefiero contribuir a las arcas municipales que a las de los dueños de los aparcamientos. Pero salgo ganando: tengo un cálculo echado de que sólo me pillan una de cada cien veces que aparco mal. Con lo que, por la módica cifra de la multa, aparco dos meses más o menos por la cara.
Y también, como no, muchas veces no te queda más remedio que echar mano de la picaresca. Para algo nos mandan leer de pequeños El Lazarillo de Tormes. Este mes pasado salí corriendo de una tienda porque me estaba enganchando el coche la grúa. Como me dio tiempo a llegar al coche antes de que me enganchara, el listo del conductor me dijo que esperara al guardia. Miré a lo lejos y vi al guardia poniéndole la receta a otro coche mal aparcado. O sea, haciendo el dos por uno. A él le ponía la multa mientras a mi me cargaban el coche y ya me la pondría después, camino del depósito. Negocio redondo. Mientras el conductor de la grúa cargaba su ferramienta y el guardia seguía haciendo caja, arranqué y me piré del lugar del crimen. Soy plenamente consciente de que el Ayuntamiento de Uviéu está en crisis y que necesita de todas nuestras contribuciones, pero yo con el impuesto revolucionario que pago en Mieres con igual asiduidad ya me tengo por sobradamente contribuido.