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Pueblos empedrados

2010 / 03 / 19 - La Nueva España

Pueblos empedrados

¡Claro que ye guapo Santillana del Mar! Aunque no sea santa, ni llana ni esté al lado del mar. Procurando visitarla fuera de fin de semana. Para poder disfrutar de sus calles empedradas. Para sentir el sonido del agua cuando cae de los tejados por los bistechos. Y aunque ahora, para diversificar la oferta turística, animen a la gente a subir a Bárcena Mayor, yo sigo convenciendo a los amigos para conocer Carmona. Valle de Cabuérniga arriba, siguiendo la ruta de los Foramontanos. Donde se fabrican las mejores abarcas de Cantabria. Una delicia escuchar su chóquele-chóquele sobre las losas de piedra del suelo. O si no, un poco más arriba, Renedo y Terán. A orillas del Saja. Caminos de piedra.

Pero, como lo normal es hablar de Cantabria, voy a hacerlo también de Castilla. Invitar a los que gustan de las calles empedradas a visitar Mombeltrán. En Ávila. Aunque las guías turísticas te recomienden visitar antes Madrigal de las Altas Torres. Porque nació allí Isabel la Católica. Y porque también es impresionante. En pocas otras partes de Castilla te encuentras tan bien sintiendo las viejas losas de piedra bajo tus pies. Quizás en Peñaranda de Duero. Que ya es Burgos. O en Pedraza. Que ya es Segovia. Y, como su propio nombre indica, es una patria para la piedra. O en Urueña. Que ya es Valladolid y queda cerca de la autopista que regresa a Asturies o te invita a marchar. Cuando voy de Mieres a Aravaca, 420 kilómetros, el desvío de Urueña se señala en el kilómetro 210, a mitad de camino.

Porque si hablara de León, seguramente os pase lo mismo que con Cantabria, que conocéis todos los lugares. ¿Quién no comió cocido maragato, o oyó hablar de sus maravilla, en Castrillo de los Polvazares? La piedra rica y roja de sus paredes. El canto rodado de sus calles y las losas para desaguar. Me hacían una pregunta retórica hace años: ¿existirá un lugar más hermoso en León que Peñalba de Santiago? Suponía que no. Hasta que, muy cerca, al otro lado del monte, conocí Saceda de Cabreira. Piedra y tierra.

De la categoría de todos esos pueblos tuvimos hasta marzo de 2010 uno igual de hermoso aquí en Mieres. De la categoría de Valverde de la Vera, en Cáceres. De Atienza, en Guadalajara. De Frigiliana, en Málaga. Con un diferencia enorme con todos ellos: el empedrado de sus calles fue el último no anacrónico de cuantos se realizaron en España. Apenas cien años atrás. La última historia de piedra de una tierra llena de piedras. Un orgullo para sus habitantes. Un lujo para quienes la visitaban. Y he dicho bien. Visitaban. Este pueblo, que con la pérdida de sus cantos rodados ha perdido su historia, ha perdido también su nombre. Ya no merece la pena siquiera nombrarlo. En este marzo de 2010. Qué pena.




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