El occidente de Pedru Pereira y Brandal
2010 / 01 / 16 - El Comercio
A finales de 2004 una canción me llamó poderosamente la atención. Me la enseñó Ramón Lluís Bande. Acababa de grabarse. Se trataba de un cantautor del que nada sabía y que llevaba tiempo ejerciendo como tal por los concejos del suroccidente de Asturies. La canción tenía el suave acento del asturiano occidental y la voz recordaba, no obstante, a Cuba y a toda la tradición intimista de la Nova Trova –de manera especial a Silvio Rodríguez.
La canción se titulaba “Yá nadie vien a mia casa” y la coda final repetía:
“Ya choro choro esconsoláu murniu ya valeiru”.
La voz que la interpretaba correspondía Pedru Pereira. Poco después tuve en las manos su disco Xedré. De una sencillez aplastante, los arreglos de cuerda y la producción corrieron a cargo de Pedro Vigil.
Media docena de años más tarde, Xedré sigue siendo un disco de culto de la canción asturiana de autor. Hacía años que no surgía una voz y unas canciones con la fuerte personalidad que nos traía Pedru Pereira. Recordaba, con nostalgia, la música de muchos años atrás. También recordaba, con esperanza, la importancia que tiene para un país la canción de autor, la crónica de la vida cotidiana, la descripción cantada de nuestros sentimientos más profundos.
Para quienes somos también del occidente de Asturies, aquellas canciones intimistas hablaban de nosotros mismos.
“Nel tiempu del curruscu pan ya la copa d’oruxu al madrugar miou buela tuvo ocho fichos, l’últimu na tierra semando’l pan. Nel tiempu de la nevadonas miou padre tenía que pasar la estación trancáu nel monte, xunto’l chamizu pa trabayar”.
El estribillo de la canción hablaba de la realidad que nos había tocado vivir:
”Agora cerranon las minas, ya nun hai que madrugar”.
Al año siguiente pude escuchar a Pedru Pereira por vez primera en directo. Él solo con su guitarra. Un concierto intimista, para podo más de veinticinco personas, en el pequeño salón de actos del Atenéu de Turón. Una tierra, que como la suya de Cangas, sabe de minas, de cierres y de abandono. Al finalizar una de las canciones, alguien entre los asistentes se dirigió a él y le dijo que acababa de escuchar la canción más guapa que había sentido en su vida. Las palabras salían de alguien que tenía más de setenta años y que le había tocado ver y vivir el fin del campo y de la mina.
Por todo ello, tenía ganas de volver a saber musicalmente de Pedru Pereira. El año pasado, tras el verano, tuve noticias de que estaba grabando o a punto de meterse en un estudio de grabación con un nuevo trabajo. Me sorprendió la noticia cuando me comentaron que lo hacía con un grupo de folk llamado Brandal en el que canta su hija, Tania Pereira.
El primer domingo del año pude verlos en directo tras el descanso de la quinta eliminatoria del Concurso y Muestra “Ciudad de Oviedo”. Presentaban su nuevo trabajo …Na fonte La Canalina. Sólo dos canciones: “Chueve”, del propio Pedru Pereira, y la tradicional “Oleanda”.
Me había regalado a mí mismo el disco por Navidad una semana antes. Había tenido tiempo de escucharlo con tranquilidad antes de verlos en directo. Se deja sentir el intimismo del anterior trabajo de Pedru Pereira. Pero, la presencia de otros músicos y otra voz, le da un nuevo aire, igual de íntimo, pero más abierto a contar nuevas historias. En primer lugar, las propias de la tradición occidental: un par de muñeiras, un pasodoble, una jota, la citada “Oleanda”…
Brandal apuesta por un sonido con muy poco que ver con el del folk al uso. Nada de virtuosismos a la irlandesa y nada de voces anodinas. Por el contrario, se apuesta por la sencillez, los arreglos sin grandes estridencias ni complicaciones, la voz brillante y las canciones a la manera asturiana, de manera que sean reconocibles por su propia gente. Desde una perspectiva más crítica, se diría que estaría necesitado el conjunto del disco de una mayor producción y trabajo en los arreglos, pero seguramente no lo buscaron siquiera.
Brandal suena a antiguo, a la memoria de lo pasado, al recuerdo de aquel tiempo en que con muy pocos elementos se podían hacer grandes cosas. Y consiguen ser diferentes a base de eso, de no perder la referencia de la tierra de la que vienen, de la que cuentan historias, de la que conocen sus canciones.