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A fichar

2010 / 01 / 19 - La Nueva España

A fichar

Hace tres meses nos instalaron un aparato ultramoderno para fichar. Como el de 2001 odisea en el espacio, pero en vez de controlar la retina se ficha con el dedo. Todavía no funciona. Pero es normal, sólo lleva tres meses puesto y es alta tecnología. Tiene pinta de necesitarse más de un cursillo para echarlo a andar. Hay rumores de que es radioactivo. Y ya se sabe lo que son los rumores en estos casos (te quedas esteril por usarlo; tiene una pantalla verdosa que daña la vista; si tienes electricidad estática y pones el dedo produce infartos…) O que incumple la ley de protección de datos (a saber luego por internet quién usa mi huella y para qué fines). O la ley de prevención de riesgos e higiene en el trabajo (porque como voy a poner yo el dedo donde otro puso el dedo antes, que a saber lo que hizo antes con el dedo o lo que hice yo). En fin, que lleva solo y abandonado en una esquina tres meses y se presume que pasarán otros tantos hasta que entre en funcionamiento.

Se asustan de él sólo los jóvenes, por desconocimiento, y los sindicalistas, por aburrimiento. Este es el tercer o cuarto reloj de fichar que nos ponen en los últimos veinte años. El primero fue el más guapo. Recordaba una tostadora. En vez de la tostada metías la ficha y te la perforaba. Era cómodo. El primer día nombramos un fichador oficial. Fichaba por todos. Duró poco. Alguien, sin darse cuenta seguramente, vertió dentro un yogur y se estropeó el mecanismo. Aunque si chupabas la ficha según la sacabas, sabía a fresa.

Y tuvimos otro que era una pasada. Con pantalla digital. Ultraplano. Quedaba hasta guapo en la pared. Estuvo como dos años puesto. Sin usar. Y sin usar se lo llevaron. No por nada: porque no nos dio la gana. Dieron la orden: fichan todos menos los jefes. Conclusión: si no fichan los jefes no ficha nadie. El que dio la orden le quedaban tres meses en el puesto. Ni caso. Y el nuevo que vino siempre pasa de lo que hizo el anterior. Ley de vida.

Luego me acuerdo de otro que fichabas con tarjetas de crédito. Con banda magnética y todo. Era el no va más. Del tamaño de la de socio del Sporting. Y, claro, a veces, por el madrugón, te equivocabas. También duró poco, porque la empresa no ganaba para reponer tarjetas (que si la perdías, que si la doblabas, que si se desmagnetizaba…) Y un día se llevaron el aparato para reparar porque en un descuido alguien le dio un martillazo mientras colocaba un cuadro al lado y se rompió. No volvieron a traerlo más. Se enfandaron y dijeron: ahora os jodéis y os quedáis sin fichar. Por eso que ahora está todo el mundo más o menos ilusionado con lo del dedo. Es tuyo e intrasferible y es raro que lo pierdas o que lo dobles. Además utilizas el mismo dedo para fichar que para mandar a hacer puñetas. Multiusos, que se dice.




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