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El Envero

2009 / 06 / 02 - La Nueva España

El Envero

Jornadas de fomento del colesterol en vena. Todo el fin de semana. Lo que se dice todo: viernes noche, sábado tarde y domingo mañana. En Mieres haciendo buen tiempo no te hacen falta disculpas. Con mal tiempo tampoco. Pero esta vez el tiempo acompañó. Se cumplían tres años del Envero. Y la gente sigue preguntando qué significa la palabra. Los de la capital, que son pijos de segunda generación, copiarán la idea y lo llamarán Veraison, que es Envero en inglés. De todas formas, la palabra más guapa, como no podía ser menos, es en asturiano: Maurera. Da igual cualquiera de las tres: la disculpa, por nuestra parte, es comer, beber y juntarse con los amigos; por la de los negocios que intervienen en la historia es dar de beber, dar de comer y sacar suficiente beneficio como para repetir.

Como el Envero va dedicado al vino, llevo todo el fin de semana a cerveza. Y como lo que daban de comer se llamaba “timbal de creps a la asturiana”, me dediqué al quesu y la xamón, que son más conocidos. Lo de los “creps a la asturiana” me recordó un sitio donde ponían en la carta que había “alubiada asturiana”. Con lo fácil que es decir fabada o frixuelos. Sobre el término “timbal” ni pregunté, no sea que Isa -que hacía las veces de playmate del evento con mandil alusivo- me lo pusiera el mandil de gorro.

El sábado, para descansar de cerveza, nos dimos a la sidra en La Gotera, de Turón. Acompañándonos de cabritu al fornu. Cincuenta lectores se juntaron para despedir a su bibliotecario. Es un hecho bastante insólito. Se habló, se leyeron cartas y poemas y se cantó. En eso Turón también sabe ser diferente. Originales hasta para despedir a alguien. Acostumbrados como están en esa tierra a tantas despedidas. Ahora que cada vez quedan menos cosas que despedir.

El domingo, madrugué. La gente montaba en bermudas en los coches camino de la playa. A medio día estaban de vuelta. Buen tiempo sólo lo hace en el sur. Y esto es el sur. De Asturies, pero el sur. Las terrazas volvían a estar llenas a la hora del vermú. En Requexu no cabía ni un alma. En la peatonal del parque la gente hacía cola esperando mesa. Seguían poniendo vino en la zona del Envero. Yo, fiel a mi cerveza. Debajo de la carpa el calor recordaba la Feria de Abril. En vez de sevillanas llegaba del fondo el rasca-rasca de un grupo de calle tocando rock and roll. Me apetecía comer algo. Pero, no había en la carta “alubiada asturiana”. Otro año será.




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