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Padres de fútbol

2009 / 04 / 15 - La Montaña Central

Padres de fútbol

Vete a la zona de deportes. Mira las caras de los jugadores de los equipos infantiles. Acércate y míralos directamente a los ojos. Si crees que las fotos son pequeñas, coge una lupa y aumenta hasta que veas el brillo de esos ojos. No engañan a nadie. Únicamente tienen ganas de jugar.

Mientras más pequeños, mejor. Nada como la liga escolar. A la espera de los primeros partidos oficiales, los equipos no paran de entrenarse y de jugar partidos amistosos. Los partidos de esta categoría se disfrutan por partida doble. Como jugador y como espectador. En el terreno de juego se dan cita los valores que son la esencia del fútbol: la ilusión y la entrega. Los dos quieren ganar. Los dos entregan hasta la última gota de su sudor para conseguir la victoria. Como espectador la imagen es soberbia: los mejores jugadores y las mejores jugadas siempre se vieron en un partido entre niños. Eso sí que es cien por cien fútbol.

En el terreno de juego no hay más que lugar para la alegría. Los episodios más tristes suceden en la grada. Espectador que olvidan que, además de espectadores, son padres.

Este año pasado entró en vigor en los Estados Unidos la ley del “Sábado en silencio”. Por ella, los padres están obligados, un sábado al mes, a estar callados en la grada mientras ven jugar a sus hijos. Una buena manera de que, por lo menos un sábado al mes, los niños descansen de escuchar las tonterías que se escuchan por esos terrenos de juego. A sus propios padres. Un sábado de silencio en el que los niños regresen a la esencia del fútbol: la ilusión de ganar y la entrega para conseguirlo.

Aquí, para ser más americanos que los americanos, igual nos venía bien declarar el “Sábado sin padres”. Que los niños volvieran a disfrutar con un balón entre los pies. Que los dejaran seguir siendo niños durante la hora que dura el partido. Que descasaran noventa minutos –sólo noventa minutos-, de cargar sobre la espalda todas las frustraciones de sus padres.




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